Crónica
Nieve, covid y contaminación: las calles de las tres «plagas» en Madrid
En el barrio de Cuatro Caminos se sufren al mismo tiempo las restricciones por el aumento de incidencia de la Covid-19, los últimos efectos del temporal «Filomena» y los peores índices de contaminación
Hace 15 años, un psicólogo estadounidense se molestó en buscar algo así como la fórmula de la infelicidad; según sus cálculos, el tercer lunes del año fue el día más triste de 2021. Esto, que podría sonar desalentador a mediados de enero, bien podría tener una lectura mucho más positiva, que es que, desde hoy, las cosas solo pueden ir a mejor. De hecho, seguramente, la jornada superó con creces los peores presagios de Cliff Arnal, que cuando se puso a hacer sus cuentas a la caza del mejor momento para lanzar ofertas de vacaciones de verano con las que ayudar a levantar los ánimos de los nostálgicos de la Navidad y los recién rendidos ante sus propios propósitos de año nuevo no pudo presagiar el contexto de pandemia mundial actual. Si a esto sumamos en el escenario madrileño la resaca tras un temporal histórico con efectos desastrosos y la vuelta de la «boina» de la capital ensombreciendo una ciudad que no parece ser la misma, en efecto, este 18 de enero debió de ser –y ojalá así fuera– el día más triste del año.
Un «lunes azul» –así lo bautizó su descubridor– que, para empezar, en Madrid amaneció con líneas fronterizas invisibles dibujando en el mapa urbano un rompecabezas de Zonas Básicas de Salud (ZBS) en algunos casos infranqueables por los datos epidemiológicos del momento. En pleno pistoletazo de salida de la tercera ola de la Covid-19 sin apenas haber tenido tiempo de coger aire tras la segunda, la región en general y la capital en particular enfrentan de nuevo el aumento de las cifras de contagios con medidas restrictivas de movilidad: desde este lunes son más de 1.367.000 los madrileños y madrileñas sufriendo el confinamiento perimetral de sus lugares de residencia, lo que representa el 20% de la población total de la Comunidad de Madrid.
De entrada, no tener libertad para salir del área que limita tu ZBS ya es motivo más que suficiente para que este fuera un lunes para el olvido y, sin embargo, para quienes están ya más que acostumbrados a preparar salvoconductos con los que encarar una nueva semana, las medidas preventivas por el crecimiento del número de enfermos por coronavirus no son sino la piedra más cotidiana y pequeña en el camino de obstáculos en el que se ha convertido vivir desde el pasado marzo de 2020.
«Llevo con el negocio abierto desde hace 10 años y nunca había cerrado por un motivo que no fueran mis vacaciones, pero en el último año parece haberse convertido en una rutina esto de no poder abrir por causas catastróficas», reprocha al aire Javier, dueño de un centro de fisioterapia en Cuatro Caminos, en el distrito de Tetuán. Su negocio se encuentra en una calle circunscrita en la ZBS General Moscardó, que según los últimos datos tiene una tasa de incidencia acumulada de casi 589 casos por cada 100.000 habitantes, por lo que ayer se prorrogaron las restricciones en esta zona, por el momento, hasta el próximo 25 de enero. «Es incómodo para los clientes, pero, la verdad, ahora mismo esto es lo de menos con la que ha caído», dice siendo literal el fisioterapeuta porque, más de diez días después de la llegada de los primeros copos de «Filomena», en muchas calles de Madrid, la nieve aún se acumula en las aceras dificultado el acceso a algunos establecimientos. Es el caso del lugar de trabajo de Javier, al que, para entrar, hay que salvar lo que parece un muro de hielo atravesado por un amasijo de ramas y hojas de un árbol que no aguantó el temporal y, por si fuera poco, arriesgarse a pasar por debajo de un precinto policial que advierte del peligro y ahuyenta a la clientela a partes iguales. «Se han desprendido ya varias tejas por el peso, así que, hasta que no se derrita toda la nieve por completo, no me atrevo a quitar la cinta, aunque me perjudique», explica el vecino de esta vía que ayer parecía tocada por la mala suerte.
Y es que, pese a su nombre, tan romántico e inspirador, la madrileña calle de los Artistas ayer brillaba en negativo, como el punto 0 de todos los males acumulables en tan poco espacio: los números de la Covid-19 subiendo, los últimos estragos de «Filomena» en forma de montículos de nieve ennegrecida y, como guinda del pastel, la contaminación del aire en sus peores índices. «Para las que hemos leído la Biblia, esto nos recuerda a aquello de las diez plagas de Egipto», tiene ánimo para bromear mientras recoge con una pala el hielo a las puertas de su casa María Luisa, vecina de una calle perpendicular. Una metáfora a la que recurre por lo calamitoso del escenario al que se enfrenta el barrio después de que la estación de medición de calidad del aire de Cuatro Caminos registrara este sábado índices de polución que obligaron a la activación del escenario 1 del protocolo de actuación para episodios de contaminación. «Igual un poco nos lo merecemos, algo habremos hecho mal, ¿no?», lanza retórica la mujer recordando la culpa de todos en la propagación del virus, la inacción de muchos a la hora de atajar los efectos del temporal de nieve y, por último, el papel que juega la actividad humana como principal contaminante del aire.
Y, por cierto, desde este lunes 18 de enero también, los bares y restaurantes madrileños cierran a las 22:00 horas. Pero eso, al lado de las tres grandes «plagas» del último «lunes azul» se presenta anecdótico. Suerte que desde hoy y según la fórmula de la infelicidad, las cosas ya solo pueden ir a mejor.
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