Historia

Tirso de Molina, la plaza levantada sobre un cementerio

Decenas de frailes del antiguo convento de la Merced reposan en las pared de la estación del Metro

Convento de la Merced
Convento de la MercedAyuntamiento de Madrid

Madrid es una ciudad de estratos. De capas de vida y de historias. Como la que sucedió en lo que hoy en día conocemos como plaza de Tirso de Molina. Solo algunos de los que transitan por la estación de metro que lleva este nombre saben que, al entrar en ella, están visitando de forma inconsciente un cementerio de frailes mercedarios, cuyos restos se hallan entre las paredes del suburbano. El convento, que se comenzó a construir en 1564, contaba con tres pisos y entre sus paredes guardaban el voto más de 100 religiosos. Construida en estilo renacentista, se convirtió en una de las iglesias más grandes de Madrid. Así, el convento de la Merced permaneció en pie hasta 1834, cuando es destruido a consecuencia de la desamortización de Mendizábal.

Decoración de Antonio Palacios en la estación del Metro
Decoración de Antonio Palacios en la estación del MetroMetro de Madrid

En su lugar, se construyó la plaza del Progreso, también denominada durante un breve periodo de tiempo plaza de Juan Álvarez Mendizábal, precisamente el “responsable” de su ruina. Hoy se conoce como plaza de Tirso de Molina, en honor al fraile, dramaturgo y narrador del Barroco que vivió en ese convento y firmaba sus obras con dicho seudónimo, pues en realidad se llamaba Gabriel Téllez.

Al igual que otros antiguos conventos, el de la Merced también contaba con un cementerio en el que enterraban a los monjes fallecidos. Cuando echaron abajo el convento se tomó la decisión de no trasladar los restos de los monjes, dejando el cementerio bajo la plaza del Progreso.

Así las cosas, pasaron los años, y casi veinte lustros más tarde, allá por 1920, empezaron las obras de la Línea 1 del metro de Madrid. La construcción del mismo supuso que se dieran algunos pequeños derrumbes, y en uno de ellos ocurrió el espectacular hallazgo: una galería aledaña en la que aparecieron hasta 200 nichos. En el suelo de esta galería las losas contaban con inscripciones en latín, aunque estaban bastante deterioradas. Los obreros también encontraron restos óseos como calaveras, joyas y alhajas.

Estación de Tirso de Molina
Estación de Tirso de MolinaMetro de Madrid

No tardaron en comprender que correspondían a las decenas de frailes del antiguo convento de la Merced, enterrados en el cementerio del mismo. Aquellos restos que estaban en mal estado, mezclados con la tierra, se llevaron a la ribera del Manzanares. Sin embargo, como no se sabía muy bien qué hacer con los que estaban en buen estado de conservación, el resto de las lápidas continúan en la estación de Tirso de Molina, tras las paredes del andén y del metro. Por eso la temperatura en esta estación es más baja que en otras.

Una esta estación en la que sobre todo destaca la decoración. Para ello Antonio Palacios escogió un tipo de balaustrada que era muy usual en sus edificios, con pequeños huecos rectangulares. En el vestíbulo de la estación toman presencia una amplia variedad de colores. Además, la bóveda está cubierta de azulejo blanco biselado. Cuenta con frisos de cerámica de Toledo, con reflejos de cobre y oro. Por su parte, la cerámica y los azulejos fueron elementos usados con fines decorativos durante las primeras etapas de crecimiento del metro.

Llama también la atención el escudo antiguo de la ciudad realizado en bronce que aquí se localiza. Originalmente se encontraba en la estación de Sol, cuando Alfonso XIII inauguró la línea en 1919. Tras varios cambios, la insignia se trasladó a la estación de Tirso de Molina. Desde entonces permanece en el vestíbulo, sobre un plafón de azulejos de colores azul y blanco.