Cultura

La Librería Antonio Machado cambia su sede: de sus títulos clandestinos a epicentro artístico y político

Repasamos junto a su propietario, Aldo García, los secretos de este templo cultural: «El mayor misterio del mundo del libro es por qué un título triunfa»

Imagen de la Librería Antonio Machado, en Madrid
Imagen de la Librería Antonio Machado, en MadridGonzalo Pérez MataLa Razón

Aparte de la colección literaria/ensayística, la librería Antonio Machado posee un fondo histórico que es lo que le da su brochazo legendario y romántico, de cuando los libros en este país eran una mercancía prohibida y se vendían disimulados en páginas de diario, porque los periódicos siempre han servido para esto, para envolver algo. Ha hecho ahora una mudanza corta, pero notable, la que va de la calle Fernando VI a la Plaza de las Salesas 11, que queda no muy distante, en realidad, justo al lado. Un viaje que se mide en pasos más que en minutos y que le procura todo un esquinazo orientado a la Iglesia Santa Bárbara, una casualidad del destino que ayuda a subrayar que no hay nada más sagrado que una buena lectura. «Antes las librerías eran subversivas por un tema político, pero hoy lo son por su empecinamiento por mantenerse vivas. Antes, en cada barrio era fácil encontrar varias, pero ya no. De todas maneras, continúan siendo un lugar donde se manifiestan ideas que en otros lugares no se escuchan. Siguen teniendo un papel de centro de intercambio de opiniones y de ideas que es indudable», comenta Aldo García, su propietario, que es heredero no solo del establecimiento, sino también el depositario destinado a conservar todo su pasado, que es abundante. El local ahora muestra una decantación de memorias que se plasma en la cartelería original diseñada por Alberto Corazón para el Teatro María Guerrero, litografías de Equipo Crónica y ejemplares de unos títulos insubordinados, amotinados de libertad, que publicaron en los años sesenta.

Una cartografía casi medular de las inquietudes políticas, artísticas y sociales de esa época. «Solo por la disposición de los libros, sabes en qué tipo de librería estás entrando. No es lo mismo una en la que están todos los libros que más se venden que otra en las que ves otra clase de libros que no son los que más se venden. Se diferencia por dónde se colocan unos y otros. La recomendación del librero funciona, pero su mayor recomendación es la manera de disponer los títulos», prosigue Aldo, a secas ya. Él da cuenta, en una conversación con mucho anecdotario, que es donde sobresale lo relevante, que Umberto Eco decidió presentar «El nombre de la rosa», un éxito que aún no había eclosionado en nuestro país, en su anterior local. Pero una avalancha, sobrevenida por esa lumbre que es la expectación, hizo cambiar el lugar. «Esther Tusquets, que era la editora de Lumen, que ya era un sello significativo, y mi padre intuyeron su importancia. Pero como querían asistir tantas personas, se terminó presentando en mi casa, que estaba enfrente. Allí estuvieron Eco, el embajador de Italia en España y un montón de escritores. Yo era pequeño, pero recuerdo muy bien la fiesta porque servía los canapés. Esa fue de las primeras novelas que superaron la venta de un millón de ejemplares».

Una joven ojea un libro en la Librería Antonio Machado de Madrid
Una joven ojea un libro en la Librería Antonio Machado de MadridGonzalo Pérez MataLa Razón

Lo que no ha despejado en Aldo tantos años al frente de la Librería Antonio Machado es la duda de qué convierte un título en un éxito. «Todos los libros que vendan mucho me sorprenden. Por qué este en concreto y no otros que son iguales o mejores o más interesantes. Es el gran misterio del mundo del libro, por qué unos triunfan de manera casi inexplicable, bestial, y otros, con calidad y bien escritos no los lee ni Dios». Aldo, bajo la sombra de Machado, emprende nuevo periplo en un local que parece destinado a constituirse en un punto cultural y de referencia de Madrid. «Procuramos que el público encuentre siempre el libro que busque, aunque es conocido que nuestra librería, desde siempre, se interesa más por la calidad del libro que el hecho de que solo sea vendible. No nos importa que la editorial sea grande o pequeña, sino la calidad. Aparte de que siempre hemos dado importancia a materias como la poesía, el ensayo, el arte y la estética». Unos asuntos que están en el ADN de su identidad, ya que, entre otros fundadores, está el historiador del arte Valeriano Bozal, uno de los grandes especialistas en Goya. Aldo, que es optimista, que cree que la lectura aumenta, creencia que corroboran las estadísticas, reconoce que «cambiar de dirección implica un cambio» y «una ruptura en el pasado». Y, aunque remarca que esta etapa es «continuista» y no modificará la «filosofía» que han sostenido, pretender darle más visualización, con un escaparate que invita a entrar, una mayor capacidad para libros y organizar presentaciones y talleres. «Siempre he escuchado el fin del libro y la cultura, y, sin embargo, cumplo años y no sucede. Es verdad que el mundo del libro es un mundo frágil, aunque apenas tenemos ayuda. Ya sé que la gente piensa lo contrario, pero las librerías aportamos, directamente, un 3,6 por ciento al PIB y las ayudas que recibe la cultura en total es 0,006. En el último año se vanagloriaban de haber aumentado al 0,09. Seguimos siendo la industria menos subvencionada. Aportamos, más o menos, lo mismo que las eléctricas, pero en cambio tienen más apoyo. Y esas empresas están en el IBEX».

Aldo recuerda cuando los libros censurados se traían escondidos en los marcos de los cuadros y cómo los escondían en las bodeguillas para que no los confiscaran en las redadas. «Uno de los policías encargados de dirigir los registros era cliente nuestro y cuando iban a hacer una, nos avisaba para que los trasladáramos». Evoca esos tiempos con una sonrisa, quizá consciente de que pertenecen ya para siempre al pasado y que, cruza los dedos, ya no tienen lugar posible en el futuro.