Tesoros en los Museos
Una gran pinacoteca se esconde tras un edificio oficial
La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando alberga obras de todas las épocas, esculturas clásicas y calcografía
Construido en 1720 por el célebre José Benito de Churriguera para residencia de Juan de Goyeneche -ministro -financiero y empresario industrial de la época de Felipe V-, dejó de serlo 53 años después cuando pasó a manos de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Se trataba de un edificio barroco de gran porte que la Academia decidió transformar pues su fachada no correspondía con la que había de ser morada de las Bellas Artes dando como resultado la apariencia de un edificio oficial, que pasa inadvertido para muchos pese a su ubicación en el número 14 de la calle Alcalá, y que está totalmente alejado del aspecto que comparten muchos otros museos de la capital. Y es que son varios los museos poco conocidos que alberga Madrid pero que a diferencia de este, son solo museos. Además es academia, calcografía, posee una gran biblioteca antigua y un taller de vaciados. Que agrupe todo esto podría llegar a diluir la importancia del propio museo en sí, algo que se vuelve imposible cuando se conocen los tesoros que tras sus puertas se esconden.
Tras adaptarse para escuela de bellas artes, para la enseñanza y como sede de la Academia, el museo surge apoyado por la propia Academia cuando en el siglo XVII comienza la compra de obras para la enseñanza de las Bellas Artes: arquitectura, escultura y pintura. Otro fenómeno fue cuando en siglo XIX, con la invasión francesa y la desamortización, muchos cuadros recalaron aquí, como fueron los bienes pictóricos de Manuel Godoy, entre los que se encontraban Las Majas de Francisco de Goya que antes de estar en el Museo del Prado estuvieron aquí. Esto, sumado a adquisiciones, donaciones y las aportaciones que hacen sus académicos con sus obras cuando ingresan, lo convierte en un museo abierto en continúa construcción. Entre sus salas y pasillos plagados de obras maestras y de primer orden podemos encontrar Rubens, Zurbaranes, Riberas, Murillos o una colección importante de Goya además de que en calcografía se conservan casi todas las planchas que se usaron para sus grabados. Además de una colección de esculturas clásicas. En palabras del académico delgado del museo, Víctor Nieto: «esto lo convierte en la segunda pinacoteca más importante del país, después del Museo del Prado».
«No está planteado como un museo al uso, hay que tener en cuenta que es un edificio adaptado a museo. Por esto cuenta con un discurso muy fluido y asequible», asegura Nieto, «muchos de los artistas que conozco a menudo me comentan que su favorito para ver pintura porque es mucho más sosegado que otros», añade. Esa quietud puede ser buena o mala, según los ojos con los que se mire. El último año superaron los 33 mil visitantes anuales y es que la pandemia y las obras sufridas en su misma calle han provocado un importante bajón de visitantes. «A diferencia de otros museos, este tiene otros actos a los que estoy seguro que han acudido muchas personas que no conocen el museo», confiesa Nieto, algo que considera muy frecuente en Madrid. El interés por los conciertos organizados por la sección de música de la Academia, introducida por Emilio Castelar, o las nuevas artes de la imagen está en pleno auge. Dentro de estas últimas, el éxito de la fotografía ha impulsado la remodelación que está teniendo lugar en estos momentos el museo y que verá ampliado su espacio en él. Además, cuenta con un gran salón de actos y la sala Guitarte, donde se celebran necrológicas, presentaciones de libros, debates y coloquios. «Muchas visitas al museo son de niños y no es tan importante que sepan lo que ven sino que aprendan a ir a un museo, porque el que lo hace volverá a ir», apunta Nieto.
Como historiador del arte, Nieto siente la responsabilidad, complicación y a su vez, satisfacción al estar al frente de un museo como este. «El único problema que tiene este museo es atraerlo al público no por un afán de alcanzar una cifra, sino porque alberga un número de obras y tesoros más imponentes de la ciudad», asegura el director. Algunos de estos hitos son «El Salvador» de Bellini, «La Piedad» de Morales o «El Arcimboldo» pertenecientes a una parte del siglo XVI. Dentro del Barroco, podemos encontrar obras de primer orden como «Susana y los viejos» de Rubens y una importante colección de Zurbarán y Ribera del siglo XVII o el retrato a la Marquesa de Llano de Mengs. De Goya, sus autorretratos de joven y al final de su vida dónde en el primero muestra su llegada a la Corte con ganas y ansia de triunfar que choca con su desengaño, angustia, y cansado que se muestra en el segundo. Los paréntesis o las dos actitudes que tuvo el artista en su vida. También tienen cabida sus retratos a Fernando VII, Godoy, Moratín o Diego de Villanueva, dónde se percibe claramente el «feeling» que tenía o no con el personaje que iba a pintar. De este tipo cuentan también con obras como «El Entierro de la Sardina», de pequeño formato pero que da la impresión de que cuando se ve en foto de que tenía que ser inmenso y que es prácticamente un precedente de todo el expresionismo que va a tener la pintura contemporánea. «En definitiva, una muestra de que Goya rompió con toda la tradición académica», sentencia Nieto.
En la sala dónde los académicos esperan a que las puertas se abran para dar sus discursos, encontramos «El Sueño del Caballero», de Antonio de Pereda y el favorito del director por su escenografía. Además de ser el retrato de un caballero cuenta con numerosos objetos y está relacionado con la pintura religiosa, de ahí la figura de un ángel. «Es un cuadro pensado para la meditación, para la vanidad del mundo, lo efímero».
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