La historia
El clima cambiante en Madrid (II)
En 1582 hubo inundaciones y se cambiaron los santos protectores, pero en 1590 ocurrió otro ciclo de malas cosechas y hambrunas
En enero de 1582 empezaron y arreciaron las precipitaciones. Tras esta sequía, inundaciones. ¡Más procesiones! Como ni la de Atocha, ni la de Valverde habían solucionado los problemas, obviamente hubo que cambiar de santos protectores. Nuestros bienqueridos y admirados hombres del Renacimiento, aquellos «religiosos paganizados» (como me gusta llamarlos) tuvieron que cambiar de santos protectores: ahora se fue en rogativa a la iglesia de San Sebastián…, pero se pensó cambiar el recorrido para ver si el otro nos protegía mejor: (19-I-1582): «atento las grandes lluvias y lodos que hay y mal tiempo que hace que se solía ir a San Sebastián con la procesión, se acuerda que se vaya a Santiago con la procesión».
Volvió un ciclo de sequía, hasta tal punto que en abril de 1584 se volvió a traer a la de Valverde a Madrid: «Acordóse [27-IV-1584] que para el martes, que viene la imagen de Nuestra Señora de Valverde, por el agua, la Villa salga a recibirla».
Y esta vez los cielos se calmaron y todo volvió a la «normalidad», durante cinco años, hasta 1589. A partir de entonces se desataron otra vez las irregularidades del clima, que el clima cambia aunque no haya plásticos o gases, y ese cambio climático de 1590 en adelante, se tradujo en un ciclo de malas cosechas y hambruna, que a su vez desembocó en una peste desde 1596 hasta 1602 que se llevó por delante al 15% de la población española. Efectivamente, el 10 de abril de 1589 Madrid pedía al Consejo Real y al Arzobispo de Toledo que ordenaran a toda Castilla que salieran las gentes a las calles, por todas partes, insisto, «que se dé una petición en el Consejo Real representando la necesidad que parece que hay de agua y suplicando se mande dar como se hagan rogativas públicas, las que se acostumbran en semejante necesidad y suplique lo mismo al señor cardenal de Toledo». A la semana siguiente en Madrid hubo tres procesiones simultáneas pidiendo aguas.
El verano de 1589 fue especialmente caluroso, seco y duro, A primeros de septiembre hubo que abrir el pósito municipal para empezar a repartir trigo porque si no iban a empezarse a morir de hambre. A los primero a quienes se dio fue a los monjes de Atocha. Hubo un respiro, porque el invierno fue pródigo en agua, pero en junio de 1590 volvió a hablarse de la organización de procesiones y rogativas. El ciclo de «mal tiempo» siguió en los años siguientes. La calamidad se cernía sobre los campos y los cielos de Madrid. ¿No iba a haber ninguna señal de sosiego ante tanta desesperanza? ¡Pues la hubo! En mayo de 1593 salieron de nuevo a la calle las gentes, con los regidores a la cabeza y con la Virgen de Atocha, que parece que se había agotado el cupo de oportunidades dadas a los demás santos protectores.
A aquella procesión acudió de espectador un esclavo cautivo moro (como lo había sido Cervantes, pero al revés, en Madrid), que al paso de la Virgen, sintió la necesidad de la conversión. Debió causarse enorme revuelo. El Ayuntamiento en pleno decidió ser padrino del moro convertido y contribuyó a pagarle el rescate a su amo (porque ya puestos, ¿por qué no hacer negocio aun con conversión de por medio?). El moro se cristianó bajo un nuevo –y precioso nombre- Juan de Atocha que aún habría que dedicarle una calle en Madrid: «Acordóse que [12-X-1594], atento que Juan de Atocha se tornó cristiano cuando la bendita imagen de Nuestra Señora de Atocha salió en procesión por la rogativa del agua el año pasado de noventa y tres y esta Villa fue su padrino y ahora se ha significado que se quiere rescatar y está concertado el rescate en 800 reales con su amo y le ha pedido a esta Villa ayude para ello. La Villa acordó que se den para ayuda al dicho rescate 300 reales de propios, dando licencia para ello los señores del Consejo».
En fin: las alteraciones climáticas siguieron. Valverde no protegía, así que la cambiaron por la Señora de Loreto; de San Sebastián no se olvidaron por si acaso. La calamidad que se cernía sobre la Villa era de tal magnitud que en mayo de 1594 (¡y llevamos cinco años consecutivos de cambios en el clima!) se preparó otra concurrida procesión que recorrería casi toda la ciudad. «En este ayuntamiento [2-V-1594] se acordó que, atento la necesidad que hay de agua para los temporales por estar el tiempo tan adelante que se dilata y es bien que se suplique a Nuestro Señor se sirva de darla como es menester para los temporales, haciendo procesiones y oraciones por ello y que, atento que esta Villa tiene licencia del señor Presidente del Real Consejo para gastar lo necesario en ellas, se acuerda que se haga el jueves por la tarde una procesión general que salga de Nuestra Señora de Loreto [Antón Martín], trayéndola desde su Santa Casa a la iglesia de Santa María de esta villa y venga por la calle de Atocha derecha y entre por la iglesia de San Sebastián y allí se haga oración y baje por la Plaza y Platería a la dicha iglesia y donde esté tres días y los señores comisarios de la cera del Santísimo Sacramento provean de la que fuere necesaria, así de hachas como de velas, para que se alumbre la dicha Santa Imagen…», etc.
Rogativas a los santos
Y ya puestos a dar más velas en tantas procesiones, la primera vez que aparece San Roque es el 12 de agosto d e 1594 y luego hubo rogativas a San Sebastián (18-I-1585) y a San Marcos (24-X_1595). En mayo de 1598 fue el propio rey Felipe II el que aplaudió la idea de que se sacara a la Virgen de Atocha, «Su Majestad está mejor esta tarde gracias a Dios [¡se estaba muriendo ya!] y ha sabido que se trataba de sacar mañana a Nuestra Señora de Atocha por el agua, y dice que le parece bien que sea por todo y vuestra señoría dé orden cómo la Villa pague lo que se suele gastar en aquel día. Nuestro Señor guarde vuestra señoría», decían desde Palacio al Corregidor de Madrid.
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