Cuidados

Abrazar la espiritualidad en el final de la vida: "Asimilo esta situación poco a poco y me conformo"

Ubicado en Tres Cantos, al norte de Madrid, este centro concertado tiene capacidad para 33 pacientes y suele estar prácticamente completo

La unidad de cuidados paliativos del Centro San Camilo de Tres Cantos cuida de una treintena de personas tanto en lo físico como en lo emocional
La unidad de cuidados paliativos del Centro San Camilo de Tres Cantos cuida de una treintena de personas tanto en lo físico como en lo emocional Europa Press

Los tumores repartidos por el nervio ciático, los riñones, el hígado y el estómago hacen que Dora Alba apenas pueda andar desde hace meses. A sus 82 años y con la mente lúcida, explica que la detección tardía de estas dolencias impidió que pudieran ser tratadas a tiempo, así que es consciente de que no tiene solución.

Por eso aceptó de buen grado ser trasladada a la unidad de cuidados paliativos del Centro San Camilo, donde se encargan de ofrecer un final de vida lo más agradable posible a personas con enfermedades avanzadas e irreversibles en un trabajo que no solo atiende los problemas físicos sino que pone el foco también en la espiritualidad.

Ubicado en Tres Cantos, al norte de Madrid, este centro concertado tiene capacidad para 33 pacientes y suele estar prácticamente completo. La calidez que desprende se siente nada más entrar al edificio, que cuenta con habitaciones individuales para cada paciente y con estancias personalizadas por artes, como música, escultura o pintura. Además, hay varios espacios para que los usuarios y las familias puedan tener un lugar de ocio y de interacción con el resto.

Las personas que son derivadas por la Comunidad de Madrid a este centro llegan ya en una situación de final de vida para pasar una media de una o dos semanas, según estima el responsable de actividades y coordinador del equipo de atención psicosocial Pablo Posse. Suelen acudir debido a enfermedades oncológicas, principalmente, aunque también aparecen "cada vez más" enfermedades neurodegenerativas, como el alzhimer o párkinson, o motoras, como la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), según relata Posse, que lleva varios años trabajando en el centro.

Un equipo de atención psicosocial, que forma parte del programa para la Atención Integral a Personas con Enfermedades Avanzadas de la Fundación La Caixa, se encarga de atender tanto a los pacientes como a los familiares y ofrece actividades y ayuda psicológica. Según explica el coordinador, todos los integrantes de este equipo comparten que la dimensión espiritual "no es menos importante" que la física, la cognitiva o la emocional, sino que "está en el mismo nivel".

Terapia para familiares

Uno de los familiares que acuden religiosamente a las terapias grupales conducidas por la psicóloga Yolanda López es Jorge Cuenca. A su madre le detectaron un tumor cerebral en enero que dejó a la familia "en 'shock'" y que la obligó a estar en cuidados paliativos desde el primer momento. Primero fue en casa y, a principios de junio, cuando la situación ya era insostenible, fue derivada al centro San Camilo de Tres Cantos.

"A mí en mayo, tras pasarme meses alternando el trabajo con los niños y con atender a mis padres, me dio un cuadro de estrés emocional y entré en baja médica. Fueron meses agotadores", relata Cuenca. Desde entonces, ha podido serenarse y asimilarlo todo, así como acompañar a su madre, de 77 años, y cuidar a su padre, de 85.

Cuenca asiste dos veces por semana a las terapias de grupo, que le están ayudando a gestionar el estrés emocional. "Todos somos conscientes de la muerte, sabemos que es el final, pero nadie nos cuenta cómo es el proceso, cómo es morirse", reflexiona.

En todo este proceso de asimilación y de comprensión juega un papel fundamental la espiritualidad, que, según matiza la psicóloga, es distinta a la religiosidad. "Casi todas las personas, por no decir todas, tenemos nuestra esfera espiritual, nuestro sistema de creencias. La espiritualidad habla de los valores, de los sentidos, de los propósitos y de los significados", explica López, y añade que también engloba "la trascendencia y el legado que quieren dejar". "Ayudarles en la trascendencia es ayudarles a dar un sentido a la vida", amplía Posse.

Precisamente estos dos últimos conceptos, la trascendencia y el legado, son repetidos continuamente tanto por la psicóloga como por el coordinador, ya que le otorgan una importancia elevada en el acompañamiento hacia el final de la vida. "La espiritualidad es muy particular de cada uno. Algunos la aman y otros no tanto, pero al final todos la acaban encontrando", señala el segundo, y matiza que "estar en cuidados paliativos no significa que vayas a morir mañana".

Con esa filosofía está encarando Dora Alba su vivencia en la unidad de cuidados paliativos. "Yo asimilo estas situaciones poco a poco y me conformo. Si me ha tocado, pues me ha tocado", indica. Así, su estancia es "agradable" porque es "como una casa familiar, todo muy cercano". Una descripción en la que también coincide Cuenca, que considera que su madre "está a gusto porque está muy bien cuidada".

Cuenca celebra la "tranquilidad interna" de estar haciendo lo correcto en esta etapa de su vida, que es acompañar a su madre. "Una cosa que aprendemos aquí es a no esperar al final de la vida para decirle muchas veces a una persona lo que sentimos. Yo, en estos últimos meses, le he dicho más veces te quiero a mi madre que en los últimos años", esgrime.

A punto de terminar la entrevista, dos amigas de Dora Alba asoman por la puerta. Han venido de visita, así que toca acicalarse para recibirlas. "Yo soy una persona muy sociable, siempre lo he sido, así que entre las llamadas al teléfono y las visitas que recibo prácticamente no descanso", expresa Alba. "¿Qué voy a hacer, me voy a apagar? Pues no, prefiero mantener el ánimo porque ya tendré tiempo de apagarme".