Entrevista

Ana Crismán: «Mi vida dio un giro de 180 grados cuando vi a un artista callejero»

Se trata de la primera y por el momento única intérprete de flamenco con arpa. Este jueves, la jerezana ofrecerá su repertorio en los Teatros del Canal

Ana Crismán, arpista
Ana Crismán, arpistaCedida

¿Han oído alguna vez hablar de la «arpaora»? Si no es así, la artista jerezana Ana Crismán se encarga de explicarlo. El próximo 24 de octubre en los Teatros del Canal (en la Sala Negra, a las 18:00 horas) se podrá disfrutar de la primera y única intérprete de flamenco con arpa. LA RAZÓN la escucha.

¿Cómo te encuentras y cómo definirías a la Ana Crismán del momento?

Soy una persona a la que la música le ha cambiado la vida. Estoy viviendo experiencias muy bonitas y esto es una prueba del poder que tiene este arte. Yo me dedicaba al sector de la enseñanza, era docente. He pasado de ser funcionaria y tener una plaza fija y estable a lanzarme a este mundo. Cuando vi a un artista callejero tocar el arpa mi vida dio un giro de 180 grados, todo se redefinió, ese instrumento me cautivó. Me di cuenta de que quería aprender de él y hacerlo también un instrumento del flamenco. La gente no lo entendía, para qué complicarme en un ámbito tan difícil en el que no puedes predecir un futuro estable, pero lo importante es que yo soy feliz de haber tenido el coraje de elegir mi camino.

¿De dónde viene tu interés por la música?

He nacido y me he criado en territorio flamenco: Jerez de la Frontera. Aquí la música tiene un peso muy importante. Siempre escuché a Lola Flores, la Paquera de Jerez, la saga de Los Parrilla, los Moraos y todos los guitarristas profesionales, muy importantes dentro del sector. Me he rodeado de guitarristas, cantantes y bailaores. El arte en las plazas se transmite, igual que la admiración por los sonidos bien hechos, que se contagia. En Jerez es normal ir a comprar pescado y que te canten bulerías. El flamenco se vive en todas partes.

También estudié música clásica y toqué el piano en el conservatorio. Ahí conocí el compromiso que requieren estas disciplinas. Hay que trabajar mucho la paciencia y la constancia, pero salen frutos muy hermosos con el tiempo, nada de inmediatez.

¿Cómo llegó el arpa a tu vida?

De adulta, siendo ya profesora en un colegio. Sin esperarlo, durante un viaje a Irlanda me encontré a un artista que estaba tocando el arpa celta. Me enamoré del instrumento y sentí que podía también integrarse en el flamenco. Fue el inicio de una ilusión y muchas ganas de escuchar sonar el arpa en mi tierra. Por supuesto, todo esto acompañado de mucha investigación. Sin embargo, no encontré ningún arpa que tuviese códigos flamencos. Aquello me extrañó mucho, pero me acrecentó las ganas de navegar por aquella dirección.

¿Cómo conjugaste estas dos habilidades y qué es lo que te aportan?

Fue conjugar el conocimiento del flamenco, el cual adquirí en la niñez de forma natural, con algo nuevo. Son dos cosas muy distintas, pero encontré un posible puente de unión que me motivaba. Además, la respuesta que en general se me dio cuando quise aprender el arpa era muy negativa: que, por edad, 35 años, y falta de estudios de este instrumento no iba a poder hacerlo. No obstante, seguía teniendo claro que no me quería conformar con el arpa clásica y buscaba su integración con el flamenco. Tenía que intentarlo.

¿En qué momento profesional te encuentras?

Con muchas ganas e ilusión de crecer. El año que viene voy a presentar mi primer álbum, llamado «Arpaora». Presentar un disco es el aliciente para seguir el camino. Cada vez me siento más vinculada con lo que para mí es prioritario: dar espacio a la música en la vida. Creo que es algo medicinal y aporta sanación. En mi opinión, el arte se define como medicina. Supone un canal para rozar la divinidad y dejar lo terrenal.

¿Qué retos tienes de cara a futuro?

Seguir creando, dejar un buen legado de composiciones para el arpa flamenca, algo que actualmente no existe. De hecho, me estoy animando a crear un repertorio que quede escrito y pueda quedarse, porque hay mucho desconocimiento todavía más allá del arpa clásica.

¿Qué supone para ti actuar en una ciudad como Madrid?

Todo un placer y un privilegio. Para mí siempre es un honor llevar la música a todas partes. Es algo necesario. Todo el mundo necesita belleza en su vida, con momentos de catarsis, de reflexión y de autoindagar en sus necesidades. La música ayuda a estar en contacto con uno mismo.