
Exposición
«Casas Bajas»: Salir del barro para contarlo
Visitamos la exposición que rescata a través de fotografías y testimonios un Vallecas que ya no existe

Santi Vaquero llegó en el año 73 a Vallecas. Como muchos otros migrantes, lo hizo desde un pueblo de Toledo para encontrar una vida mejor. Después de trabajar en Galerías Preciados, de dónde le despidieron por unirse a la lucha por unas mejores condiciones laborales, un amigo que vivía en Vallecas, le enseñó lo que eran las conocidas como Casas Bajas. «Había un grupo de gente joven muy combativa y pensé: esto es lo mío. Y allí me quedé a vivir como unos siete años. Las casas no pasaban de los cuarenta metros cuadrados y vivíamos unos cuantos», cuenta a este periódico. Pasó otros siete años en su pueblo y volvió a al barrio madrileño. «Siempre me gusta volver, ahora me encanta aunque ya no se vean esas cosas». De aquel entonces recuerda la gran empatía y solidaridad que se respiraba entre vecinos. «Sin olvidar las condiciones de vida, que eran infrahumanas. Pero no había rejas, ni pestillos, no se cerraban las puertas con llave porque todos nos conocíamos». También recuerda cómo ya existía una estigmatización sobre el barrio. Se hablaba de delincuencia y violencia pero en ese entonces también nacieron colectivos y un espíritu de reivindicación muy importante que llega hasta nuestros días. La Asociación Vecinal de Palomeras Bajas nació en 1968 y es la más antigua de España.
Nos encontramos con él en el espacio cultural La Quinta del Sordo, dónde hasta el 30 de mayo se podrá ver la exposición «Casas Bajas», una muestra de imágenes de archivo tomadas por él que acompañadas por textos del colectivo de mediación La Liminal, rescatan la historia de los barrios autoconstruidos de Madrid, que fueron el epicentro de intensas luchas vecinales durante el siglo XX. Más allá de la simple conmemoración, la exposición ofrece un análisis profundo de los movimientos vecinales que transformaron los barrios obreros y la periferia sur de Madrid en espacios habitables y dignos, revelando un capítulo crucial de la historia urbana y social de la ciudad.

La exposición arranca con el fin de las Casas Bajas, era el año 84 y Vaquero se encontraba en su pueblo. «Recibí la llamada de mi mejor amigo diciéndome que tiraban las casas bajas, que me fuese para allá para sacar unas fotos y pasar esa última noche con ellos. Y allí estuvimos, hasta que llegaron las máquinas». Aún se emociona al recordarla: fue terrible y emotivo. En concreto, se rompe al ver la imagen de la señora Carmen, que apoyada en la fachada de la que era su casa sostiene una mirada perdida. «Me estremece. ¿Qué estaría pensando? Una mujer que vino con su hija pequeña de un pueblo de Córdoba, arrancando sus raíces. Llega a un sitio completamente nuevo, hace su casa con sus propias manos, cría y se asienta con sus cinco hijos y te vuelven a arrebatar tus raíces», reflexiona.
Pese a todo, comenta que las personas mayores del barrio abandonaron las casas bajas con alegría: «se iban a un piso con calefacción, comodidades, con varias habitaciones... en definitiva, cambiaban el barro por los azulejos». Mientras, los jóvenes intentaban advertirles del engaño de la especulación del territorio que todavía sigue vigente. «Recuerdo perfectamente cómo les decíamos que les estaban dando un terreno super valioso por un piso en una séptima planta de un bloque en el que no iban a conocer ni a hablar con nadie. El ladrillo y la altura se cargó la comunicación entre las personas. Es una pena. Pero dile a una madre con sus hijos, en esas condiciones, que no se fueran a un sitio mejor. Ahora lo entiendo».

Una de estas mujeres fue Josefa Romero. Ella llegó a las Casas Bajas en el momento que se casó. «Yo vine de un pueblo de Cuenca para trabajar, me casé y mi marido y su familia vivían allí. No viví la construcción de las casas, ya estaban, pero recuerdo perfectamente cómo era la vida allí», nos cuenta, «las calles estaban sin asfaltar, sin aceras y no había agua». Sin embargo, venir de un pueblo con muchas necesidades no supuso un gran cambio llegar a Vallecas. «La convivencia era muy buena, nos ayudábamos unas a otras para cuidar a los niños, con las cosas de casa... así durante cinco años. Pero lo recuerdo como una etapa feliz». Reflejo de ello es una de las instantáneas, tomada por Vaquero, de forma imprevista, donde un grupo de mujeres toman el fresco. «Salíamos con los niños para que jugasen en la calle, mientras hablábamos de nuestras cosas, otras cosían... pero no recuerdo que nos la hiciesen, fue una sorpresa». La fotografía la descubrió un familiar suyo en un libro de historia de Madrid y decidieron ponerse en contacto con Vaquero. De las cinco mujeres que salen, sólo vive ella. De nuevo, en busca de una vida mejor, la familia de Josefa Romero se mudó a un piso. Eso sí, en Vallecas, dónde aún reside a día de hoy.

La exposición pone en valor el papel de las mujeres en las luchas vecinales durante el franquismo. A pesar de estar relegadas al ámbito del hogar por los roles de género de la época, las mujeres se convirtieron en líderes comunitarias debido a las precarias condiciones de vida en los barrios periféricos. Crearon redes de apoyo, lideraron protestas como boicots y huelgas de consumo, y denunciaron la carestía y la falta de servicios. Organizaciones como el Movimiento Democrático de Mujeres (MDM) fueron clave para generar espacios de encuentro y acción colectiva. Las mujeres no solo asistían a reuniones, sino que también encabezaban las protestas, utilizando espacios cotidianos como mercados e iglesias para organizarse y movilizar a la comunidad.
A pesar de la represión franquista, las asociaciones vecinales lograron realizar manifestaciones y actos que visibilizaron sus problemas. Lograron importantes conquistas como la creación de espacios verdes, como el Parque de Pradolongo y el Parque de las Cruces, y la recuperación de fiestas barriales como espacios de autogestión. El legado de estas luchas perdura hasta hoy, con muchas asociaciones vecinales activas e inspirando nuevas iniciativas. La exposición busca preservar esta memoria para las generaciones futuras, celebrando el poder de la acción colectiva.

Actividades para ampliar miradas
La exposición está comisariada por Jara Blanco, Mia de Diego y Javier Vaquero, que participan en muchas de las actividades. Durante el mes de febrero y marzo se celebrarán diversas actividades culturales en torno a la exposición. El ciclo CINE-CIUDAD, comentado por Amanda Gatti, contará con la sesión #2 titulada Comunidad el jueves 13 de febrero a las 20h en la Sala de Exposiciones de CCCQS. La entrada cuesta 6 euros e incluye cerveza o vino con palomitas. En marzo, la sesión #3, Arquitectura, tendrá lugar el jueves 13 en el mismo horario y lugar, con las mismas condiciones de entrada. El miércoles 19 de febrero se presentará el fotolibro «Un barrio saliendo del barro» en Elástica Librería, con acceso libre hasta completar aforo. En marzo, el miércoles 19, se presentará «Memorias de las luchas vecinales» en la Sala de Exposiciones de CCCQS. Finalmente, habrá visitas comentadas a la exposición con Javi Vaquero y Jara Blanco los jueves 27 de febrero y marzo a las 19h, con inscripción previa. mediante formulario.
✕
Accede a tu cuenta para comentar