
Festividad
La madurez en la infancia de los Santos Niños Justo y Pastor
Con siete y nueve años no renunciaron a Cristo y fueron degollados a las afueras de Alcalá de Henares

La persecución de Diocleciano, de los primeros años del siglo IV, fue un intento de borrar del mapa la fe cristiana. El emperador utilizaba la religión pagana como instrumento de cohesión del Imperio y no podía tolerar la pretensión cristiana de presentar a Jesucristo como único camino y como la verdad que da sentido a toda nuestra vida.
Además de destrucción de iglesias y quema de libros litúrgicos, los cristianos fueron destituidos de sus cargos y los miembros del clero encarcelados. La negación de dar culto público a los dioses paganos fue penada con torturas y con la muerte. En este contexto, destaca la valentía de dos niños de Complutum, Justo y Pastor, de siete y nueve años respectivamente.
En el fragor de la persecución, fueron a presentarse al Gobernador Daciano para decirle que ellos no renunciarían a Cristo. El Gobernador no consiguió doblegar su decisión y ordenó que fueran degollados a las afueras de la ciudad. Fue un gesto heroico que conmocionó a toda la comunidad cristiana.
Llama la atención la madurez humana y espiritual a la que habían llegado Justo y Pastor, siendo solamente unos párvulos. La educación de su padre San Vidal debió ser decisiva. Lo que muchos de nosotros comprendemos en la edad adulta, ellos ya lo habían asimilado en la infancia. Prefirieron la muerte antes que el pecado de apostasía.
A pesar del materialismo ambiental, que impide descubrir el horizonte de Dios y de eternidad de nuestras vidas, la sangre de estos mártires sigue siendo semilla de cristianos.
El testimonio de estos niños es una valiosa inspiración para nuestra época. Jesús nos sigue enviando como corderos en medio de lobos (Mt 10,16), con la convicción de que la fiereza del león se vence con la mansedumbre del cordero.
*Mons. Antonio Prieto Lucena es obispo de la Diócesis de Alcalá de Henares
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