
Historia
Marqués de Portugalete: de palacio clave en el XIX a instituto nacional
Un lugar clave de la política de aquel siglo y que fue sustituido por otro «palacio», el de la Previsión del Estado

Una ciudad de palacios desaparecidos... En realidad, una capital que en aras del desarrollismo perdió una parte señera de su patrimonio arquitectónico. Entre esas mansiones, eco de una época dorada, estaba el palacio del marqués de Portugalete. Un gran palacio construido en la década de 1860 y ubicado en el número 56 de la calle de Alcalá, en la esquina de la calle de Alfonso XI, en pleno Madrid.
El también conocido como el palacio de Bailén perteneció a la familia de Francisco Javier Castaños. Fue construido por el arquitecto francés Adolf Ombretch, en un estilo Bellas Artes tan de moda en media Europa. Una arquitectura que puede contemplarse de París a Viena y que incluso, por su monumentalidad, saltó el «charco» y se aprecia especialmente en Buenos Aires además de en distintas ciudades y países del continente americano.
Ese mismo arquitecto, Adolf Ombretch, dejó en Madrid otra obra relevante: fue él quien también construyó el cercano palacio de Linares.
El de Portugalete, el que nos ocupa, fue durante muchos años un lugar para que la élite adinerada se reuniera y discutiera la política nacional. Fue demolido después de la guerra civil española, y en 1946, en su lugar, se construyó el edificio del Instituto Nacional de Previsión, ahora ocupado por el Instituto Nacional de Gestión Sanitaria.
Durante muchos años, el palacio fue un lugar de encuentro para las clases altas de la política y la economía del país. Allí era frecuente ver a Cánovas del Castillo. De hecho, era tan común que, una vez, dejando a Cánovas en este palacio con una gran representación del Gobierno, un reportero preguntó: «Señor presidente, ¿ha sido el Consejo?».

Para la construcción se utilizó la piedra y el ladrillo alternativamente, piedra para la parte principal como esquinas, frontones, cornisas, puertas y ventanas. Para resaltar el diseño del cuerpo central de la fachada de la calle de Alcalá formando un espacio curvo.
El interior estaba profusamente decorado, especialmente la sala de billar, capilla, salón de bailes, salón de música, incluso una sala museo. En estas salas, sobre todo en la sala museo, se encontraban algunos tapices de Goya, junto con otros lienzos reseñables. Todo construido en mármol de Carrara y con muebles de ébano y marfil. La joya del palacio era el baño, decorado al más puro estilo pompeyano, con frescos del pintor Oreste Mancini.
Todo ello a la mayor gloria de su primer propietario el marqués de Portugalete y Duque de Bailen, título, este último, que originariamente se denominaba Ducado de Bailén Castaños, creado en 1833 por el rey Fernando VII a favor del general Francisco Javier Castaños, con carácter personal y vitalicio. Posteriormente transformado en perpetuo y hereditario en 1847, por la reina Isabel II.
Todo, apuntan los que saben, hasta que en 1923 Milagros, hija única del matrimonio propietario, contrajo matrimonio con el conde de Marquina, siendo la boda apadrinada por los reyes y contándose entre los asistentes nada menos que cinco infantes de España y cuatro príncipes de Baviera. Tras visitar a los Reyes en el Palacio Real los recién casados celebraron el banquete en el palacio de Portugalete, convertido como sabemos en el lugar de encuentro de todo el que quiere «ser alguien». Milagros era la única heredera, aunque la realidad y el paso del tiempo «golpearon» su patrimonio. En abril de 1939 el edificio fue incautado y destinado a sede de la Central Nacional Sindicalista, el sindicato vertical del nuevo régimen, ya que la República se incautó en un primer momento del palacio... y luego Franco a la República. Así las cosas, de unos a otros, para febrero de 1943 ya había sido demolido y se afanaban en las obras del Instituto Nacional de Previsión, que se iniciaron en 1946. De aquel espectacular palacio solo queda el recuerdo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar