Muslo o pechuga
Verdejo o un tabanco en Madrid: la taberna del barrio de Salamanca que huele a verdadero
Desde el recoleto espacio de la calle Espartinas, Marian se ha dado un lujo y en el corazón más auténtico del barrio de Salamanca ha plantado su bandera
El territorio gatuno no deja de dar sorpresas a los golosos. La ciudad de destino de felicidad de media Europa acumula apertura de garitos hosteleros más rápidamente que cualquier ola vírica. Una de las más esperadas es, sin duda, la nueva localización de la reputadísima taberna Verdejo. Tras años de gloria y de tragedia personal, desde el recoleto espacio de la calle Espartinas, Marian se ha dado un lujo y en el corazón más auténtico del barrio de Salamanca ha plantado su bandera. Esa que simboliza el amor a los vinos jerezanos, el cariño cómplice del producto de la temporada y del guisillo que nos pega pellizquitos en el alma.
Cocina: 7,5 Bodega: 7 Sala: 7,5 Felicidad: 7,5
Entrar en Verdejo es cruzar un dintel de eso que huele a verdadero. Como ese insólito tabanco de bienvenida a la manera de barra picassiana desde la cual vislumbrar escabeches y salazones. Las papilas gustativas empiezan a juguetear con la caballa apiparrada o las variantes del salazón. Una delicada sopita de ajo nos para el pulso del vértigo capilatino antes de dejarnos llevar por el rumor de una verdura de pureza verde o el glorioso mejillón de roca con tomate picantón. La cuchara tiene protagonismo según marca el calendario caso de una verdina tal vez un poquito pasada de cocción con alternativa del níscalo o la cococha según guiño del comensal.
Dónde calle General Díaz Porlier, 59. Madrid. Teléfono 910 11 22 48. Precio medio 50 euros
La caza, a ser posible de la que corre, y los pescados son engarzados para regocijo de quien no necesita prácticamente carta. Este rincón llamado tabernario va atrapando a ese público burgués que ronda el barrio y lo mejor de Madrid. Esta ciudad está alcanzando un nivel gastronómico que nadie sospechaba, de la misma pasta están unas mollejas con aceitunas para quitar el hipo. Puro mimo de los sentidos. Servicio de los que te reconocen cuando entras, una ajustada carta de vinos, una arquitectura de interiores con nombre y apellido, son atractivos de una casa de comidas a la que parece van a faltar huecos en la lista de reservas. Encantadora.
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