Día Mundial del Donante de Médula
El poder de donar médula: La historia de Miguel y Jose que ha cambiado vidas
En el Día Mundial del Donante de Médula, dos amigos de Mejorada del Campo recuerdan que un simple gesto puede devolver la vida y la esperanza
Miguel Calderón, de 24 años y vecino de Mejorada del Campo, nunca pensó que escucharía la palabra leucemia en boca de un médico. Fue en 2021 cuando recibió el diagnóstico. La noticia golpeó a su familia y amigos como un mazazo. Después de meses de quimioterapia y de lograr una primera remisión, parecía que todo había quedado atrás. Pero siete meses después, llegó la recaída. En su tipo de leucemia lo habitual es que la quimioterapia consiga la curación, pero no fue su caso. «Me dijeron que la única opción era un trasplante de médula», recuerda para este periódico. Lo primero fue comprobar si alguno de sus hermanos era compatible. Pero solo alcanzaban un 50%. La búsqueda tuvo que ir más allá, hasta el registro internacional. Unos días más tarde, la noticia llegó como si les hubiera tocado la lotería: un donante en Alemania con un 98% de compatibilidad estaba dispuesto a darle una segunda oportunidad. En poco más de un mes, Miguel recibió el trasplante en el Hospital de La Princesa. «Me salvaron la vida. Sin esas células yo me habría muerto. No hay otra forma de decirlo». El trasplante fue duro: aislamiento, efectos secundarios, miedo a que el cuerpo rechazara las nuevas células... Pero funcionó. Hasta que meses después volvió a recaer. De nuevo, el mismo donante respondió. Le enviaron un refuerzo celular y Miguel pudo salir adelante. Eso fue el verano pasado y a día de hoy puede decir, alto y claro, que está limpio. «Es increíble pensar que alguien que vive en otro país, que ni conoces, con un simple gesto, puede cambiarte la vida. Si le tuviese delante, intentaría transmitirle mi agradecimiento, porque un gracias se queda corto», cuenta.
Su experiencia cambió la percepción que tenía de la donación. Como muchos, pensaba que era una operación dolorosa, que te «rajaban la espalda» o que dejaba secuelas. Nada más lejos de la realidad. «Hacerse donante es muy sencillo, es una analítica de sangre y un compromiso real. Y si un día te llaman, es pasar una mañana en el hospital. Eso salva una vida», insiste. El padre de Miguel quiso transformar la experiencia en algo positivo. Se puso en contacto con el Equipo Médula de la Comunidad de Madrid y organizó una campaña en el instituto del municipio. Los alumnos se implicaron y salieron a la plaza del pueblo a buscar donantes. Veinticinco personas se registraron en una localidad pequeña, un auténtico logro. «Ver a mis amigos haciéndose las pruebas fue muy emocionante. No podían donarme directamente a mí, pero entraron en el registro para poder ayudar a cualquier persona del mundo. Ese orgullo no se me olvida», dice Miguel.
Entre esos amigos estaba José Manuel Pérez, de 27 años. Había vivido de cerca cada etapa de la enfermedad de su amigo: los ingresos, los efectos de la quimio, las ausencias. «Era una impotencia enorme. No podíamos ayudarle directamente, pero pensamos: si alguien lo hizo por él, ¿por qué no hacerlo nosotros por otra persona? Era como una muestra de agradecimiento». Seis meses después, sin imaginárselo –hay una posibilidad entre 10.000 de que ocurra–, el registro le llamó. Había una persona compatible en Miami que le necesitaba. Pasó las pruebas, firmó el consentimiento y se preparó para donar. «Al principio, cuando recibes la llamada, te asustas un poco. Piensas qué puede pasar. Pero yo solo pensaba que igual que alguien había ayudado a Miguel, yo podía hacer feliz a otra familia», explica. El procedimiento fue por aféresis: tres días antes tuvo que pincharse un medicamento que hacía que las células madre pasaran a la sangre. Luego, conectado a una máquina similar a la de diálisis, extrajeron lo necesario en una mañana. «Estás un poco cansado, te duelen los huesos, pero nada que una buena siesta no cure. Al día siguiente estaba como nuevo». Una doctora viajó con las células directamente a Miami, donde un paciente esperaba. «Falté un par de mañanas al trabajo, pero estaba más que justificado: estaba salvando una vida», cuenta con una sonrisa.
El testimonio de Miguel y José rompe muchos mitos. Donar médula no significa someterse a una cirugía agresiva. En el 90% de los casos se hace por aféresis: cuatro horas conectado a una máquina que separa las células madre de la sangre. En otros casos, un pequeño procedimiento en quirófano, bajo anestesia. «Se piensa que es doloroso o que va a interferir en tu vida. Pero lo que cambia la vida de verdad es para el paciente. Para el donante son unos días tranquilos, pinchazos y ya está. No supone nada. La felicidad que generas es enorme», resume José.
Madrid, líder en donantes
La Comunidad de Madrid cuenta actualmente con 69.511 donantes de médula ósea registrados, según los últimos datos del Centro de Transfusión. Solo en 2024 se registraron 4.361 nuevos donantes, un 10% más del objetivo marcado para ese año. El mismo año se realizaron 118 donaciones efectivas, un 37% más que en 2023, un dato que demuestra el crecimiento del compromiso ciudadano. El Equipo Médula recorre universidades, empresas, centros educativos y de salud para informar y captar nuevos donantes. Proyectos como el Tour Médula o el Aprendizaje Servicio con colegios e institutos han conseguido sumar miles de inscripciones. «Los jóvenes se implican mucho más de lo que creemos. Cada vez que vamos a un centro educativo o un evento, nos sorprende la respuesta. Con una charla conseguimos decenas de nuevos registros», explica María José Alonso, enfermera del equipo.
Para registrarse como posible donante de médula hay que cumplir algunos requisitos sencillos: tener entre 18 y 40 años, estar en buen estado de salud y comprometerse de verdad: si un día llega la llamada, hay que estar dispuesto. El proceso inicial es solo una analítica de sangre o incluso un prerregistro cuando se dona sangre. Después, si se detecta compatibilidad con un paciente, se realizan pruebas más completas para confirmar que todo está bien. José recuerda que en todo momento le insistieron en que estuviera seguro, que no había ningún problema si decidía echarse para atrás. «Te lo repiten varias veces, quieren que seas consciente de lo que vas a hacer y que lo hagas convencido. No te presionan, al contrario, te dejan claro que tienes libertad absoluta», explica. También recuerda cómo después de su donación nunca se sintió solo: «Te acompañan en todo momento, desde las pruebas hasta el día en que donas. El hospital se asegura de que entiendas cada paso, te resuelven dudas y te hacen seguimiento después. No te sueltan la mano en ningún momento, y eso da muchísima tranquilidad».
Una oportunidad de vida
El trasplante de médula es la única opción de curación para miles de personas con leucemias, linfomas y otras enfermedades de la sangre. El 70% de los pacientes no tiene un donante compatible en su familia, de ahí la importancia del registro internacional. Cada nuevo donante aumenta las probabilidades de que alguien en cualquier parte del mundo encuentre a «su gemelo genético». «Cuando me dijeron que tenía un donante, fue como un halo de esperanza. Pasas de pensar que te vas a morir a saber que tienes una posibilidad real de vivir», cuenta Miguel.
Hoy Miguel afronta la vida de otra manera. Ha dejado atrás hospitales y tratamientos y se centra en lo esencial: «Solo quiero vivir, disfrutar, tener una pareja, formar una familia. Cosas normales, pero para mí es un regalo. La enfermedad me ha cambiado mucho la vida, es un proceso que me ha cambiado para bien. No se trata de romantizar la enfermedad, soy consciente de que hay mucha gente que no ha tenido mi misma suerte, pero doy gracias de haber pasado por este proceso porque me ha enseñado muchas cosas y a afrontar la vida de forma distinta».
Jose, por su parte, no sabe a quién ayudó. El anonimato es parte del proceso. Pero eso no le quita fuerza a su gesto: «Ojalá haya salvado una vida. Pero aunque no lo sepa, ya me siento orgulloso. Es lo mínimo que podía hacer después de ver cómo salvaron a mi amigo».