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Carreteras

Por qué la M-30 no se llama M-10: la desconocida historia detrás de las carreteras de Madrid

Desde la época de Felipe IV hasta el ensanche del XIX, la M-30 no fue la primera ronda de circunvalación de Madrid

Carretera M30 de Madrid Gonzalo Pérez MataLa Razón

Hubo un tiempo en que Madrid se contenía dentro de una muralla y recorrerla a pie llevaba poco más de una hora. Con el crecimiento demográfico, la industrialización y la llegada del automóvil, la capital ha acabado convirtiéndose en una metrópoli cruzada por autovías, creando una sucesión de anillos que hoy en día definen su geografía.

En el siglo XVII la Cerca de Felipe IV delimitaba la villa y servía para controlar los impuestos de entrada. En el XIX llegó el Plan Castro, que proyectó el ensanche y amplió los límites hacia el norte y el este. Ya en el XX, con la explosión del coche, nacerían las rondas modernas que hoy conocemos como M-30, M-40 y M-50.

Sin embargo, lo que muchos desconocen es que la M-30 no fue la primera circunvalación de Madrid. Antes que ella, existieron dos rondas previas que marcaron los límites históricos de la ciudad y, aunque hoy no las veamos señalizadas, su trazado sigue vivo en las calles por las que transitamos cada día.

La primera ronda de la Villa de Madrid

La M-10 es en realidad la heredera de la Cerca de Felipe IV, la muralla que marcaba el perímetro de Madrid durante más de dos siglos. Cuando la ciudad derribó sus muros en el XIX, ese límite se transformó en una ronda de bulevares, formada por calles como Alberto Aguilera, Carranza, Sagasta y Génova por el norte, y las rondas de Atocha, Valencia, Toledo y Segovia por el sur.

Aunque nunca se llamó oficialmente M-10, el nombre se usa hoy para referirse al primer cinturón de circunvalación madrileño. Su trazado aún se percibe como la frontera entre el casco histórico y el ensanche decimonónico. Esta ronda interior tuvo un papel clave en la evolución urbana de Madrid, era de alguna manera, el kilómetro cero del crecimiento radial que definiría a la capital durante el siglo.

La Puerta de Toledo con restos de la cerca de MadridBNE

El proyecto que nunca se cerró en la M-20

La segunda ronda de Madrid, conocida como M-20, nació con el Plan Castro de 1860, el ambicioso proyecto de ensanche que pretendía unir los barrios periféricos de aquel entonces. Su trazado aproximado discurría por Reina Victoria, Fernández Villaverde, Joaquín Costa, Francisco Silvela, Doctor Esquerdo y Pedro Bosch, formando un semicírculo que hoy coincide en gran parte con el recorrido de la línea 6 del Metro.

Aunque la M-20 nunca llegó a ejecutarse como una vía continua, sí represento el segundo límite urbano de la ciudad. En torno a ese eje se levantaron barrios nuevos, estaciones ferroviarias y puentes como el de Cuatro Caminos. En los años 30, el Plan Peña (1939) recogió la idea de formalizar una tercera ronda, más amplia y adaptada al tráfico motorizado. De esa planificación nacería la M-30, la primera circunvalación concebida como autopista urbana.

Anteproyecto del Plan de Ensanche con respecto al área que ocupa Madrid hoy en díaWikipedia

La M-30 y el nacimiento de la metrópoli

Construida entre los años 60 y 70, la M-30 transformó por completo la movilidad de Madrid. Por primera vez, la ciudad contaba con una vía rápida que permitía rodear el centro sin atravesarlo, conectando los principales ejes radiales y descongestionando el tráfico interior. Su trazado, de más de 30 kilómetros, fue el punto de partida para la M-40 (cuarta ronda) y la M-50 (quinta ronda), que completan hoy el sistema de circunvalaciones. La numeración de estas vías no se asignó al azar. Según el Plan Peña, los anillos se nombraban por su orden de construcción: de la M-10 a la M-60.