El Madrid de...

Secun de la Rosa: "Tengo una máxima: entender que ser independiente significa no depender del Estado"

El actor y director de cine y teatro representa «Las piscinas de la Barceloneta», en el teatro Infanta Isabel

Secun de la Rosa, actor y director teatral. © Jesús G. Feria.
Secun de la Rosa, actor y director teatral.© Jesús G. Feria.Jesús G. FeriaFotógrafos

De madre catalana y padre sureño y, sin embargo, reconoce que «Madrid es una ciudad súper acogedora que respeta la cultura de otras partes», pues nunca ha sentido «esa rivalidad tan tonta entre ambas comunidades». A sus 13 años, solo le bastaron dos días en una excursión para quedarse atrapado por la capital. «Me siento muy afortunado de tener a Barcelona como un oasis al que voy a ver a la familia y disfrutar de todo lo que ofrece» confiesa de la Rosa.

Siempre quiso ser actor, o, mejor dicho, siempre quiso contar historias. Su vocación le vino desde bien pequeño, quedando fascinado cuando sus padres lo llevaban al cine. «Es de las pocas cosas que nos encontraba a jóvenes y adultos, ricos y pobres, niños y niñas», apunta. Su origen humilde le impedía llegar a imaginar que, como él pronuncia, «podría salir en la tele». A su mayoría de edad, llamó a la puerta de la escuela de Cristina Rota, en la madrileña calle de Dr. Fourquet. Y, aunque resulte difícil de creer, subirse a un escenario le daba vértigo, pero no lo suficiente como para no intentarlo. Gracias a su recorrido en las tablas, los directores de cine empezaron a llamarlo para la gran pantalla. La sala Triángulo o el teatro Alfil lo vieron dar sus primeros pasos. «Mi experiencia viene de un proceso. Descubrí que era capaz de contar historias a la vez que actuar».

El Madrid después de los 80

Llegó en los 90 a una ciudad donde quedó atrás todo el reducto de la movida y se producía un fuerte cambio generacional. «Hubo una revolución en el cine, cada semana se anunciaba un estreno de un director novel. Fueron los años de Amenábar, de ‘Más que amor, frenesí’… los actores sentíamos que formábamos parte de algo», expresa. «Es cierto que ahora hay una sobrexplotación de la imagen y quienes aspiran a ser actores tienen que lidiar con otras cosas. Puedes cultivar tus propios recursos como montar vídeos, reels, o hacer series para plataformas que se ven en todo el mundo sin necesidad de cruzar el charco… Es todo muy loco. En mis inicios era todo más tangible». Por el contrario, hay algo que no ha cambiado pese a los años: «Los teatros públicos lo tienen más fácil para su promoción, pero los espacios independientes donde los jóvenes están haciendo obras muy interesantes, dramaturgos muy luchadores o compañías incipientes, lo tienen más difícil para su visibilidad, de toda la vida ha sido así». De la Rosa menciona con estima Ensayo Cien, La Grada, Sala Sol o incluso el microteatro: «Esto no pasa en otros lugares, tengo una máxima y es abandonar el concepto alternativo y optar por el de independiente, como Off Broadway en Nueva York o el Soho de Londres. Entender que ser independiente significa no depender del Estado, ayudar a nuevos talentos y generar industria; si bien el término alternativo invita a pensar que hay que elegir».

Secun de la Rosa, actor y director teatral. © Jesús G. Feria.
Secun de la Rosa, actor y director teatral. © Jesús G. Feria.Jesús G. FeriaFotógrafos

Tampoco ha permutado su afición por recorrer la ciudad que considera «la más maravillosa del mundo para andar», «soy un bestia» dice. Sus asiduos abarcan Debod, el Jardín Botánico o la Castellana. A finales del Manzanares, en el parque de la Bombilla –donde recuerda el cine al aire libre–, es donde más practica sus textos y, de paso, frecuenta Casa Mingo.

Mainstream y compromiso

En el debate del sentido peyorativo de la palabra mainstream, de la Rosa no lo interpreta como tal: «Yo soy ambivalente. He hecho cosas que han llegado a mucha gente, como la película de ‘El Bar’ o la serie de ‘Aída’, pero también me gusta la profundidad y el criterio. Busco trabajos que tengan sentido y mirada, ya sea en una producción carísima o en algo más pequeño», opina. «Si no formas parte del sistema pero tus propuestas gustan, el sistema te acaba acogiendo. Hoy no puedes hablar del cine español sin mencionar a Zulueta o Álex de la Iglesia, y antaño eran los más indies». El tiempo le ha enseñado que lo particular acaba por ser universal. Igual que le emociona ver a unas japonesas enamoradas comiendo noodles en una película de Wonka Y, puede dirigir una obra que ocurre en unas piscinas de la Barceloneta pero se representa en la calle Barquillo de Madrid, lo cual manifiesta la generosidad del público. Quien recuerde «Mentirosas» sabrá de su valentía por apostar por tres mujeres en tiempos que el género todavía era un condicionante. «Siempre me inspiro en personas que se han cambiado el anorak y han aprendido, ya sea a nivel emocional, de descubrirse o de lucha».