
Apagón
Viaje por la capital «postapagón»: de «The last of us» a los ecos del covid
La calma en Metro, con menos pasajeros hoy que nunca, contrastaba con el caos en Atocha 24 horas después

Son las 12:30 de hoy en el Metro de Sol. Han pasado exactamente 24 horas desde el apagón. «Para que te hagas una idea, ahora mismo hay menos gente que un sábado, lo cual es increíble. Ha habido miedo a volverse a quedar atrapado. Eso ha echado atrás a la gente. Pero ten en cuenta que muchos teletrabajaban hoy. Y además, los niños no han tenido clase», comentan un grupo de trabajadores de la estación.
Poco antes de las 8:00 horas, las estaciones del suburbano madrileño abrían hoy sus puertas en una mañana con «ecos» de marzo del 2020. A las 10:00, con la reapertura de la línea 7A, la red ya estaba operativa al cien por cien. «Parecía un capítulo de ‘‘The Last of Us’’», afirmaba uno de los 150.000 usuarios que fueron desalojados el pasado lunes del subsuelo de la capital. «Nos sacó la Policía de los trenes y estuvimos cincuenta minutos caminando por las vías», añadía. «No hay luz ni cobertura en España. Vamos a salir del tren tranquilamente. Vamos a hacerlo por la vía del tren», les decía, con el tono más pedagógico posible, un operador de Metro que les ayudó durante el desalojo. Como apuntaba ayer el Gobierno regional, de los 230 trenes que quedaron detenidos, 44 de ellos se encontraban en los túneles. «Es un orgullo contar con un servicio público como el de Metro, tan bien valorado por los madrileños y también por quienes nos visitan», afirmaba Isabel Díaz Ayuso.
«Acabo de salir del Metro y todo ok, ¿vosotros estáis bien?», dice un usuario a su pareja a través del teléfono. Una simple llamada tranquilizadora como esa era el lunes una quimera. Cada uno tenía su propia historia de «supervivencia» que contar. «Desde que se produjo el apagón, no llegué a casa hasta las 23:00. Vivo en Mirasierra. Mi abuela estaba desesperada porque no le contestaba los whatsapps. Además, en su bloque, un vecino mayor se quedó encerrado en el ascensor, en el último piso», comenta una estudiante a las puertas de la estación. «La red de Cercanías funciona tan mal habitualmente que mucha gente no se dio cuenta de que el problema era un apagón en toda España; creían que era una avería más», afirma otro joven. Cercanías ya avanzó durante las primeras horas de la mañana que daría un servicio del 50% de su capacidad.

La calma que reinaba en la estación de Sol contrastaba con el caos y desconcierto de Atocha. Veinticuatro horas después del apagón, aún había viajeros con billete del día anterior que ignoraban cuándo saldría su tren. Pasadas las 13:00 horas, el panel de «salidas» contemplaba aún un tren con destino a Huelva a las 9:23; otro rumbo a Sevilla a las 11:00; otro con parada final en Málaga a las 11:55... Mientras cuatro efectivos de la UME bajan las escaleras mecánicas (sin funcionar), una voz por megáfono va avisando a los viajeros. «Ave, Renfe, de ayer y hoy hasta las 12:00 horas, pueden acceder ya por control». Teniendo en cuenta que son cientos de personas las que se apiñan en la planta -1 de la Estación del Arte, hay que agudizar mucho el oído para poder escuchar los avisos.
«Esto es inhumano», dice una pasajera con destino a Málaga. «No hay protocolos, no hay organización... no hay nada. La UME debería estar aquí, organizando, separando a la gente, haciendo cordones... Pero no: aquí, lo que tienen, es un megáfono», añade indignada.
«Fue un tormento. Y además tengo niños pequeños. Gracias a Dios, tenemos familiares aquí», comenta por su parte Rosa, cuyo tren, rumbo a Cádiz, estaba previsto que saliera durante la tarde del lunes. «Siempre estaremos eternamente agradecidos a la Guardia Civil. Nos trajeron agua a las siete de la tarde y, después, comida», subraya.
El «tormento» comenzó mucho antes. Fue el caso, entre muchos otros, de un tren con cerca de 200 viajeros procedentes de Valladolid y con destino Madrid, que se vieron atrapados durante más de ocho horas. El tren ya se había visto obligado a parar previamente, a las 12:00 horas, como consecuencia de una incidencia con unos grafiteros. Sin embargo, una vez solventada, no pudo reanudar la marcha porque inmediatamente se produjo el apagón. Su drama no terminaría hasta las 20:30 horas.
«Salí del colegio y me di cuenta de que había un tren parado en la estación con gente en los andenes y en las vías, así que me acerqué para saber qué pasaba. Unos seis vecinos les llevamos agua, fruta y comida a la espera de que se reanudaran las comunicaciones», relataba a LA RAZÓN Rocío Vázquez, profesora y vecina del municipio. «Había personas con circunstancias muy diversas, entre ellas una pareja con una niña de tres años que perdió un vuelo a Italia. Algunos viajaban a Madrid para revisiones médicas. Es el caso de una mujer con dificultades de movilidad a la que tuvimos que ayudar. Un vecino se ofreció a llevarla a su casa, a Segovia, con su propio coche». La profesora detalla que, cuando se empezaron a restablecer las comunicaciones, «todo fue muy rápido»: los familiares de algunos de los atrapados vinieron a buscarles y se avisó a la alcaldesa y los concejales. De hecho, la Comunidad de Madrid habilitó inmediatamente una sala polivalente del Centro Rural Agrupado del municipio para atender al medio centenar de personas que se vieron atrapadas.

¿Y qué ocurría mientras por encima del subsuelo? Menos tráfico que nunca. Circular ayer por la capital era como hacerlo en los meses de verano. Según anunció el alcalde, José Luis Martínez-Almeida, la circulación había decaído un 30% durante las primeras horas. Una jornada en la que Cibeles decretó además la gratuidad de los autobuses de la EMT, sacando a la calle el número máximo de vehículos con los que cuentan: 1.947. Del mismo modo, también funcionaron al 100 % los taxis y VTC. Si bien no ofrecieron cifras sobre el número de usuarios durante la jornada, lo que sí se sabe es que los autobuses municipales batieron su récord de pasajeros el pasado lunes: alrededor de dos millones de usuarios.
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