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Primavera

Ramón Tamames
Ramón TamamesGonzalo PerezLa Razón

Escribo este artículo el día 23 de marzo: ya «estamos en Primavera», una palabra que contiene más enjundia de lo que parece a primera Vista, y para ello me refiero al libro de Roque Barcia titulado «Primer Diccionario Etimológico de la Lengua Española», un trabajo ímprobo que realizó un ilustre prócer catalán, en seis gruesos volúmenes, expresando así su amor por la lengua de todos los españoles.

El caso es que la primavera se define como «una de las cuatro estaciones o tiempos en que se divide el año, que empieza en el equinoccio de marzo y dura hasta el solsticio de junio». Y tras ese enunciado, vamos a la etimología según el propio Barcia.

Primavera es una voz compuesta de «prima», cosa primera, y «vere», ablativo de «ver, veris», el verano. Así que, primavera quiere decir «el principio del verano»; pues éste, antiguamente, era la más amplia estación, que seguía al invierno y duraba hasta el otoño. De modo y manera que primavera significa «el primer verano»; seguida del segundo, desde el solsticio de junio hasta el equinoccio de septiembre.

Los franceses llaman a tan floreciente trimestre, «primtemps». De «primun tempus», el primer tiempo. Porque al enumerar las cuatro estaciones, comúnmente se empieza por la primavera, por ser, efectivamente, el primer tiempo del año.

En cualquier caso, estamos en la estación de rebrotar el verde del paisaje. Y su proclamación se produce con una explosión de color y de vida, como supo ver Stravinski con su más impresionante sinfonía. En gratitud a lo dicho en esto artículo, debo recordar a mi abuelo Clemente Tamames, maestro nacional, de quien heredé el diccionario de Roque Barcia. Y también recordaré a Federico Sopeña, el formidable director del Conservatorio de Música de Madrid, que un día como éste, en los años 50, nos deleitó con la audición de «La proclamación de la primavera» de Stravinski.