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Verde

El coste ecológico de la guerra de Ucrania

A los ataques a centrales nucleares y los incendios forestales se suma ahora el uso de munición de uranio empobrecido. Se calcula que los daños medioambientales del conflicto suman ya 48.000 millones de euros

Hay dos consecuencias directas en una guerra: los miles de muertos y los millones de desplazados. Sin embargo, la munición, los incendios, los ataques a infraestructuras nucleares, el drenaje de embalses o la inundación de minas de carbón también provocan daños indirectos; los medioambientales. El envenenamiento de agua, aire y suelo muchas veces causa más muertes y enfermedades a largo plazo que el conflicto armado. Es lo que está sucediendo en Ucrania. Ya en los primeros días, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) apuntaba al legado tóxico que dejará esta guerra. «No hay información clara de lo que sucede ni hay mucha posibilidad de comprobarlo. Greenpeace trabaja mano a mano con las ONGs de Ucrania desde el accidente de Chernóbil de 1986 y gracias a eso se hacen medidas diarias de radiactividad e informes de incendios forestales derivados de los ataques de las tropas. Solo en los incendios se libera CO2 que provoca cambio climático, y componentes como el óxido de nitrógeno que producen lluvia ácida en Ucrania y en los países de alrededor. Todo es una cadena, la lluvia afecta al suelo, al agua, a las plantas, a la fauna y al ser humano», explica Meritxell Bennasar, portavoz de Greenpeace.

Con motivo del primer aniversario de la guerra, Greenpeace y la ONG Ecoaction lanzaron hace unas semanas un informe en el que documentan 943 impactos medioambientales en el país. Desde el 24 de febrero de 2022, 1,24 millones de hectáreas de reserva natural se han visto afectadas. Unas 450.000 hectáreas de bosques están bajo ocupación o en zonas de combate y gran parte del territorio liberado por Ucrania está lleno de minas. Las emisiones de CO2 de la guerra se calcula que rondan los 100 millones de toneladas y el coste por las pérdidas ecológicas se estima en 48.000 millones de euros, informa EFE.

El peligro nuclear

El peligro nuclear también ha estado presente desde el inicio. Ya el primer día de invasión se informaba de que la radiación gamma en los alrededores de la central nuclear de Chernóbil era aproximadamente 28 veces superior al límite anual. «El verano pasado comprobamos presencialmente que la radiación del bosque rojo, la zona de exclusión en torno, es mucho más alta que antes. Los propios trabajadores de Chernóbil advirtieron a los soldados rusos de cavar trincheras, pero los primeros días el trabajo de las tropas y el paso de vehículos pesados removió el suelo y liberó partículas. Los soldados rusos abandonaron la zona pero la radiación ha cambiado», detalla Bennasar.

Primero fue el acercamiento a Chernóbil y más tarde la ofensiva a la gran central nuclear de Zaporiyia, la más grande del continente. Varios incendios forestales y ataques han provocado apagones en la central, donde se ha tenido que recurrir a generadores diésel para garantizar el funcionamiento al menos en seis ocasiones. El último, este mismo mes tras un lanzamiento de misiles rusos. El director general del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, lleva alertando sobre estos constantes asedios desde el primer día y tras este último ha vuelto a llamar la atención sobre el peligro que esto comporta: «Se está jugando a los dados y algún día se acabará la suerte. ¿Cómo podemos permitir que ocurra? Esto no puede continuar», decía. El experto recordó que los generadores son la última línea de defensa de una central y tienen combustible para 15 días.

Las amenazas por el uso de armamento nuclear también ha sido una constante. Esta última semana, de hecho, se ha avivado la polémica tras el anuncio de la subsecretaría de Defensa del Reino Unido, Annable Glodie, de enviar proyectiles perforantes con uranio empobrecido junto a un escuadrón de carros de combate». Este tipo de munición puede provocar una catástrofe global», decía presidente del parlamento ruso, Viacheslav Volodin, al tiempo que Putin alertaba de que Rusia se vería obligada a reaccionar. Por su parte, el gobierno británico ha asegurado que el uranio empobrecido con el que cuentan los proyectiles es un componente estándar en la munición y no entraña ningún peligro nuclear y son muy efectivos para derrotar tanques y otros vehículos blindados. «El ejército británico ha utilizado uranio empobrecido en sus proyectiles perforantes durante décadas. Rusia lo sabe, pero está tratando deliberadamente de desinformar», decía Glodie.

El motivo por el que se recurre a proyectiles de uranio empobrecido es su capacidad perforante. «Se emplea como munición para atravesar carros de combate en un 90% de los casos, y también para blindajes. La munición antitanque suele ser explosiva. En este caso, los tanques que han entregado los británicos emplean un cañón por el que los proyectiles salen con menos velocidad que en otros modelos. Eso explica que hayan entregado esta munición de uranio, que es mucho más densa. Al final funciona como una flecha perforante», explica Yago Rodríguez youtuber y director de The political Room.

Pero, ¿qué peligro entraña esta munición? El uranio empobrecido, dice el Organismo Internacional de la Energía Atómica, es un subproducto del proceso de enriquecimiento que se lleva a cabo para fabricar combustible nuclear o armas. Es hasta un 60% menos radiactivo que el uranio presente en la naturaleza, pero es una sustancia muy pesada, 1,7 veces más densa que el plomo. El peligro real aparece con la explosión. Esta libera una nube de partículas que contiene radiactividad y tóxicos que penetran en los pulmones de los organismos vivos. «La ONU alerta de que pueden causar irritación cutánea, insuficiencia renal y aumentar el riesgo de padecer cáncer. Además, el 17% de estas partículas son solubles y pasan a la cadena alimentaria a través de las plantas», afirma Bennasar.

No es la primera vez que se utiliza munición de uranio empobrecido. Estos proyectiles fueron habituales en las Guerras del Golfo y de Irak (1991 y 2003) y en el conflicto de los Balcanes (1999). Entonces se reportó un aumento de casos de cáncer y se llevaron a cabo estudios que conjuntos entre el OIEA y el PNUMA «El estudio de 11 emplazamientos en Kosovo en los que se utilizaron municiones de uranio empobrecido llegó a la conclusión de que la contaminación detectable de la superficie terrestre se limita a zonas que están en un radio de unos pocos metros de los proyectiles penetradores y a puntos localizados de contaminación concentrada producida por los impactos. Debido a los bajos niveles de radiactividad detectados, dichos puntos no suponen un riesgo significativo en lo que se refiere a la contaminación del aire, el agua o las plantas. Se observó que el único riesgo de cierta importancia sería el de que alguien tocara un punto». Sin embargo, advierte de que «pese al reducido riesgo, el Pnuma recomienda un enfoque precautorio, consistente en detectar todos los lugares en que pueda encontrarse uranio empobrecido y evaluar la necesidad de una limpieza».

Los proyectiles de uranio empobrecido se suman a otras armas empleadas en esta guerra que están siendo duramente criticadas. Ya desde el inicio se hacía público el uso de bombas termobáricas o bombas de vacío. «La munición necesita oxígeno para detonar y estas bombas en lugar de utilizar oxígeno del interior del explosivo, lo toman del aire. El problema es que liberan un aerosol con partículas de metal. Estas bombas no las suele utilizar Occidente. Es más bien una apuesta rusa, pero hay que aclarar que son armas legales. Hay otras armas también legales como las incendiarias, que son comunes, aunque otras que se están usando en este conflicto son más raras de ver como el fósforo blanco. Su uso es legal si se utilizan a modo de humo para cubrir el movimiento de las tropas. El problema es que muchas veces se usan para castigar a la población civil porque se trata de un gas muy irritante», detalla Rodríguez.

Habrá que esperar al final de la guerra para conocer el alcance real de los daños medioambientales. Y es que como dice el Pnuma «hablar de medio ambiente es hablar de personas, de sus medios de subsistencia, de salud, de aire y el agua limpios y de sistemas alimentarios básicos. Se trata de un futuro seguro para los ucranianos y sus vecinos».

Principales daños

La lista de los daños que ya ha provocado esta guerra en términos medioambientales es larga. El exceso de radiación de Chernóbil, el incendio de 17.000 hectáreas de bosque destruido en Lugansk, el cerco a la central nuclear de Zaporiyia y la llegada masiva de delfines a las costas de Mar Negro son algunos de ellos. Una de las zonas más afectadas es el Donbas, el corazón industrial del país, donde los bombardeos han liberado amianto y otros materiales tóxicos. Estas zonas se consideran difíciles de recuperar, dice la ONG ucraniana Ecoaction. Por ello la organización habla de la posibilidad de que se creen zonas cerradas como pasó con el bosque rojo de Chernóbil tras el accidente de la central en 1986. «Preocupa especialmente la contaminación del suelo y el agua, ya que tiene un impacto directo sobre el futuro de la población en estas zonas. Con las lluvias en primavera, la contaminación que han dejado bombardeos y batallas en la tierra en los últimos meses, se filtra a ríos y acuíferos, haciendo inviable el agua para consumo humano y agrícola, y dejando en la práctica desiertos productivos en buena parte del país», explicaba la ONG

a TVE.

Hay que recordar que Ucrania cuenta con hasta el 35% de la biodiversidad de Europa y hay más de 70.000 especies raras y endémicas de flora y fauna en el país. Además, el 16% de toda la superficie terrestre de Ucrania está cubierta por bosques.