Opinión

Gracias, Regino

En las últimas horas, un simpático joven ceutí nos ha contagiado la sonrisa y el orgullo mientras elevaba su bronce en «snowboard cross», modalidad apreciada –por su dureza– entre los muy cafeteros de la nieve, aunque desconocida para el común de los mortales... hasta hoy.

No sabes cuánto agradezco, Regino Hernández, tu victoria histórica en la pista, campechano en las respuestas, luciendo barba y medalla, alzando esa bandera de la que otros reniegan. Alegras corazones y, durante un ratito, también nos alargas la salud a algunos. Desvías la atención que le tenemos puesta a ciertos males políticos plomizos, como los líos catalanes, el casting a De Guindos en Europa, los presupuestos prorrogados o la supuesta congelación de las relaciones entre el PP y Ciudadanos. Eso de lo que hablamos un día sí y otro también los periodistas, qué pelmazos.

Hasta el independentista Andoni Ortúzar se confiesa contento por tu éxito, Regino. Y eso que su favorito, en estos Juegos Olímpicos de Invierno, era el paisano Lucas Eguibar. Una comprende las preferencias del político, por aquello de la proximidad geográfica, aunque no tanto la ojeriza manifiesta del presidente del PNV a Albert Rivera. Sin perder la sonrisa ni la compostura, Ortúzar denomina «talibanes» a los naranjas. Les considera «el mayor problema de España». Y de su líder, afirma que se cree Macron cuando, en realidad, es un Berlusconi de la vida. Cuánto ataque pasional, ¿no? ¿Será que los nacionalistas vascos se creen los últimos sondeos y contemplan ya a Ciudadanos como un partido con verdaderas opciones de gobernar España?

En respuesta pública a Ortúzar, Albert Rivera afirma que el problema común no se llama Ciudadanos, sino supremacismo nacionalista. En privado, me imagino a Rivera contentísimo y pensando que, al final, entre unos y otros, le están haciendo campaña, en positivo.

En fin, Regino. Has visto que iluminas estas horas teñidas de sangre por culpa de otro perturbado mental, de un adolescente con su rifle y su colegio a mano. Estados Unidos tiene, con las armas, un problema cultural de calado que empieza en sus hogares y que, me temo, no se solucionará solo con leyes. Pero ése es ya otro cantar. Si me lo permites, Regino, me quedo hoy con tu victoria. Me has recordado que todo aquel que quiere, puede.