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Opinión

¡No es la política, estúpidos!

Echando la vista atrás, soy incapaz de imaginar una profesión más absorbente, embriagadora y divertida que esta, pero ha empezado a dejar de gustarme el periodismo.

Quizá influyan la edad y eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero me cuesta encontrar puntos de contacto con aquello que encarnaban tipos como Julio Fuentes, Ricardo Ortega o Miguel Gil y lo que ahora servimos cotidianamente a la parroquia.

Todo se ha vuelto espectáculo y mamoneo. Reconozco tener mi parte de culpa y les voy a revelar cuándo empecé a degenerar. Fue en marzo de 1991, acababa de retornar triunfante de Bagdad, con la etiqueta de ser el único corresponsal de guerra que junto a Peter Arnett se había quedado en Bagdad toda la guerra, y me invitó Luis del Olmo a su programa de radio.

Al terminar, me regalaron el diploma de «Más bonito que un San Luis», pintado por Mingote y firmado por Ussía, y un sobre con un talón de 15.000 pesetas. Ya en la puerta, me preguntaron si me apetecía volver de vez en cuando y yo, viendo lo que me habían soltado por contar historietas durante media hora, contesté muy serio: «Todos los días».

Han transcurrido 27 años y lo que antes era una excepción –el tertuliano sabelotodo que se lo lleva crudo– se ha convertido en epidemia.

No sería grave, si la plaga no floreciera combinada con la obsesión de las cadenas de televisión por la audiencia, que las lleva a retransmitir hasta lo más sagrado como si fuera un partido de fútbol y a poner en pie de igualdad a buenos y malos. No por afinidad política, sino por la pasta.

Ni se les pasaría por la cabeza hacerlo con violadores, pederastas, racistas o asesinos comunes, pero abordan la integridad de España y ahí se ponen de perfil y dan voz por igual a todas las «partes».

Es agotador el número de horas de pantalla que disfrutan los Puigdemont, Rufián y compinches podemitas, soltando lo que les da la gana.

Y la cantidad de veces que escuchamos que en Cataluña, como antes con ETA, hay que hacer política.

Pues no. Política, con el chalaneo como ingrediente, es lo que se ha hecho durante 40 años. Ahora es el tiempo de la Ley y la Justicia.

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