Opinión
Manteca
La incultura y la majadería más depravadas imperan en las decisiones del Ayuntamiento de Barcelona, representado por ese saco de rencor pestilente que responde al nombre de Inmaculada Colau. A su lado tiene al eximio argentino Pisarello, que forma parte del comando destructivo que Argentina nos ha enviado con las peores intenciones. Pisarello, Echenique, Ekaizer, Dante Fachin, la Monja Coñazo, y los malabaristas de pesas de los semáforos que pulverizan lunas y abollan coches cuando pierden el dominio de sus voladores ar-tilugios. La alcaldesa de Podemos retiró, pocas semanas atrás, el monumento al primer marqués de Comillas, aplicando las costumbres del siglo XXI al siglo XIX, sin reparar que el humilde montañés de origen, el comillano, hizo más por Barcelona y Cataluña que cien mil catalanes juntos. Y ahora la ha tomado con el Almirante Cervera, héroe de la Guerra de Cuba, al que va a borrar su calle en beneficio de un actor de tercera categoría – no existe la cuarta–, cuyo mérito principal no fue otro que la emisión de una frase vinculada al buen gusto y la excelencia intelectual: «La unidad de España me suda la polla. Que se metan España por el puto culo a ver si les explota dentro».
Retirar al Almirante Cervera, después de noventa años presente en el callejero de Barcelona es un insulto a la Historia de una nación de la que Barcelona y Cataluña son parte y memoria, pero ello no convence a la asnal manada podemita. Ellos se recrean con la injusticia. Lo que se antoja inconcebible, intolerable e indecente, es sustituir al Almirante Cervera por un cómico de tan bajo nivel artístico y cultural como Pepe Rubianes. Es un mal ejemplo. Como si en Madrid, la también podemita y comunista Manuela Carmena –o Carmona, que siempre me confundo–, decide descolgar de su calle a Velázquez, o Goya, o Jorge Juan, o a María de Molina, para inmortalizar en el callejero al difunto Cojo Manteca, el más eficaz destructor de mobiliario urbano de la ya larga y rica Historia de la Villa y Corte. El gran problema de estos podemitas con poder no es su ignorancia y resentimiento. Es su majadería. Quieren borrar la Historia de España, aniquilar a sus héroes, humillar a sus grandes, enviar al olvido sus gestas y sus ejemplos, y eso no se consigue así como así. Ada Colau pasará muy pronto al sótano de las pesadillas, en tanto que el Almirante Cervera, con o sin calle en Barcelona, estará siempre presente en la mejor Historia de España. Lo que es complicado de explicar a las futuras generaciones de barceloneses será el mérito y la trayectoria de Pepe Rubianes para ocupar calle de tanta importancia. Porque Rubianes, y séame permitido mantener la sinceridad con los que ya se han ido, fue un actor manifiestamente mejorable, sólo destacable en su tramo final por sus mensajes de odio. De seguir Ada Colau unos años más en el Ayuntamiento, ideará cambiar el nombre al Parque Güell para pasar a denominarlo Parque Jordi Évole, Parque Roures, o Parque Pilar Rahola. La ignominia de retirar el nombre de un héroe acrecienta su vileza cuando la sustitución onomástica es consecuencia de la cloaca cultural.
Vuelvo a Manteca. Tenía todas las virtudes que se exigen en los ámbitos podemitas para pasar a la posteridad. Era violento en extremo, y mientras sus compañeros de manifestaciones «pacíficas» destrozaban bancos de piedra, cabinas telefónicas y escaparates al ritmo de veinte objetivos por minuto, Manteca, en solitario, se cepillaba el doble a pesar de su pierna perjudicada. Se especializó en las calles de Alcalá y Gran Vía, sin renunciar a la Puerta del Sol y la Carrera de San Jerónimo. No pretendo otra cosa que aportar ideas al equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Madrid que administra la Capital gracias al PSOE de Pedro Sánchez.
Borrar la memoria del Almirante Cervera del callejero de Barcelona es una demencial villanía que entraba en los pronósticos. Como bien saben Ada Colau y Pisarello, el Almirante Cervera fue el que enseñó a nadar a Franco en la ría de Pontevedra. Es por ello, una aplicación estricta de la Ley de la Memoria Histórica, que Rajoy ha respetado. Le enseñó a nadar antes de que Franco naciera, lo cual tiene doble castigo. Pero de arrestarlo, busquen un personaje barcelonés de parecida categoría. El problema es que no lo encuentran, y de ahí la ocurrencia de Pepe Rubianes. La que fuera en su día la más culta, serena y equilibrada ciudad de España se está convirtiendo en una cañería de mediocridades. Bueno, nada extraño si reparamos en los dirigentes de su Excrementísimo Ayuntamiento.
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