Opinión

Triste viaje

Son amigas mías, las quiero, intuyo sus soledades y los amigos tienen que demostrar que lo son en los momentos difíciles. Me refiero a Marta Rovira y Anna Gabriel. Una y otra se mostraron el martes más que nerviosas por los aconteceres futbolísticos. Son del «Barça», pero sus preocupaciones se centraban en Pep. – «Como habrás de comprender, con un 4-1 en la ida, el «Barça» no nos ha de preocupar. Pero lo de Pep es brutal. De perder el City, desaparecerán de los estadios europeos los lazos amarillos»–. Me lo dijo en catalán, y yo lo traduzco sin el menor inconveniente. Y volé a Suiza para acompañarlas durante los partidos, que vimos simultáneamente.

No nos citamos en Ginebra. Alquilé una «suite» en el «Baur au Lac» de Zurich. Y ahí nos encontramos. Llevaba semanas sin verlas y las encontré monísimas, muy pesimistas con Pep, pero monísimas. Marta ha engordado un poquito y mantiene su buen humor y esa gracia en los hablares que Dios le ha dado. Y Anna, más reservada pero también tronchante, estaba ideal, con un conjunto de Givenchy. Solicitamos al Servicio de Habitaciones unos sandwiches y bebidas para seguir con más serenidad el partido del equipo de Pep, porque el del «Barça» lo dábamos por ganado. Y cuando apareció Pep con su lazo amarillo sobre la tetilla izquierda, nos abrazamos emocionados. Dos minutos, y gol del equipo de Pep. Alegría desbordada. Ahí, en Zurich, tres catalanes republicanos soñamos con la gloria de nuestro Pep.

Cambiamos de canal y el «Barça» perdía en Roma por uno a cero. –No hemos de preocuparnos. El Messi nos sacará de este pequeño contratiempo–, comentó Marta, siempre optimista y chispeante. Y llegó el descanso de los dos partidos. Anna, que sabe más de fútbol que Marta, no las tenía todas consigo. Durante el descanso hablamos con la familia de Tamara Carrasco, gran amiga de ellas, dirigente de los CDR, que había sido detenida por la Guardia Civil. –Es encantadora–, me informaron al unísono. Y las dos, se mostraron indignadas con Cristina Cifuentes. «Tenéis unos políticos en “Espanya” que dan “vergonya”». Y comenzó el segundo tiempo. Se comieron los sandwiches y las uñas, y cuando me disponía a pedir más uñas y sandwiches, la Roma le metió el segundo al «Barça». Marta Rovira insistió: «El Messi nos ha de arreglar el “resultat”». Cambio de canal. Y un tipo del Liverpool que le marca un gol al equipo de Pep. ¡Qué dura es, en ocasiones, la vida! Pep, que últimamente abusa de gestos raritos, se mostró desolado. Abracé y consolé a Marta. «¡Ay, Alfons, Mare de Deu, la remontat es impusipla!». No obstante, seguí abrazándola para que sintiera en su duro exilio la cercanía del consuelo. Anna lo propuso. «Lo de Pep ya no tiene “solució”. Hay que animar a nuestro ''Barça'', que se ha portat con nosaltres de puta mare». Y volvimos a Roma.

Marta y Anna se mostraron compungidas, cuando injustamente, un jugador de la Roma con un apellido sospechoso, Manolas, sin prevenir a los defensas del «Barça» como está establecido en la «Lliga de l´Estat Espanyol», cabeceó un saque de esquina y le endosó al equipo del «Prusás» el tercer gol. Pero Marta es de lo que no hay, de lo que no queda en el mundo. «El Messi nos sacará de esta “situació” tan “insupurtapla”». Pero el árbitro, sin consultar a Messi –«inatmisipla»–, decretó que el partido había terminado y que el «Barça» se había ido a tomar por retambufa. Durante dos horas, nos unimos como una piña de llantos y zollipos. El vuelo Zurich-Madrid de retorno fue el más triste de mi vida. Dejé pagada la «suite» y las consumiciones del «Baur au Lac» y nos despedimos como lo que somos, amigos para siempre y en cualquier circunstancia. Ellas, para aprovechar la habitación, me anunciaron que se quedarían en el hotel esa noche, y que a la mañana siguiente –cuando escribo–, volverían a esconderse por la libertad de Cataluña.

Me costó un congo mi amistad. Y para colmo, Pep y el «Barça» fueron eliminados. Hay días en los que las lágrimas se convierten en la mejor compañía. Todavía estoy que no me lo creo.