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Opinión

Pedagogía

Mi madre ha vuelto de un viaje a Japón y le pregunto qué tal.

-Bien. Si no fuera por el rollo.

-El rollo...

-Fue bajar del avión en Tokio y el guía ya estaba con Cataluña. Tuve que improvisar una clase de historia de España. Y así con todos los guías en todas las ciudades.

Ah, las misiones pedagógicas del españolito por el ancho mundo. Cualquiera que viaje o viva fuera lo entiende. Esos amigos curiosos, comprometidos y audaces. Escandalizados por la deriva posfranquista. La regresión franquista. El franquismo que no cesa. Conocidos a los que les gusta, no sé, el Rioja. O Dalí. Que leyeron «Por quién doblan las campanas». Que han entrevistado a Torrent en las noticias y no distinguen bien Cataluña del martirizado Congo. A Rajoy de Leopoldo II de Bélgica. A Puigdemont de Lumumba. Nada extraño: yo mismo escuché en la Universidad de Columbia a Artur Mas compararse con Washington y Martin Luther King Jr. Normal que te pregunten por los 900 o 900.000 heridos. Así, por incomparecencia de los responsables de la política exterior, y por la abrumadora presencia del relato nacionalista, el español, abandonado e injuriado, tiene que ejercer de pedagogo. Hablo del inmigrante o viajero español que valora sus derechos. Porque hay otro tipo. Altivo. Olímpico. Exquisito. Uno que preferiría despojar a sus conciudadanos, y despojarse él mismo, de sus derechos y garantías con tal de cuartear el país y jalear el golpismo en Cataluña. Entre la incomparecencia de los servicios exteriores y el autodio de los españolitos que viven felices en el estrépito psiquiátrico de ser racistas consigo mismos, y traidores con sus vecinos subyugados bajo el tractor supremacista, vamos tirando. Añadan los sabios consejos de los anfitriones estadounidenses. Con su inyección letal y sus metralletas en la escuela. O las recias lecciones de los compañeros alemanes. Expertos en la vía del ustedes que pueden dialoguen y Baader-Meinhof tralará. Comprenderán hasta qué punto o llanto agota la peripecia del español en tierra extraña. Camarero, científico o periodista de día y al caer la noche impenitente belle de jour que de casa en casa va hablando de Pujol y su doctrina del hombre andaluz mientras sus interlocutores sonríen con la justa impaciencia de quien redactó la Carta de Derechos, liberó París junto a La Nueve, compartió celda con Madiba y escribió «This land is your land». Criaturas.

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