Opinión
Ministro y cantante
No he sido, desde su aplauso a Trueba, excesivamente amable con el ministro Íñigo Méndez de Vigo. También ha contribuido su claudicación ante el contrasentido de que no se pueda estudiar en español en algunas regiones de España. Me temo que de lo último tiene la culpa heredada de los que le precedieron. Pero días atrás estuvo inmenso, colosal en el Senado. Intervino con una naturalidad pasmosa, se sintió a gusto, y le dio un repaso monumental a una senadora separatista catalana de la Izquierda Republicana de muy desagradable apreciación visual. La senadora afeó al ministro Méndez de Vigo que cantara el «Novio de la Muerte» en la Semana Santa de Málaga, que presidió junto a tres ministros más. Cospedal, de Defensa, Zoido de Interior y Catalá de Justicia. El emocionante acto legionario con el Cristo de Mena. Es decir, que la senadora deslavazada de ERC puede cantar «Los Segadores» y el ministro Méndez de Vigo no está autorizado a entonar el «Novio de la Muerte». Los fascistas republicanos son así.
Íñigo Méndez de Vigo le dio un absoluto y divertido repaso. No estuvo pomposo ni diplomático. Lo que le dijo a la senadora mentecata le salió del alma y con sentido del humor. «Las buenas personas cantan. Las que no cantan son malas personas. En Valencia, animando a los tenistas españoles, canté ''¡Que Viva España!'', y en Málaga, cómo no, ''El Novio de la Muerte''. ¿Cómo no voy a cantar ''El Novio de la Muerte'' en un acto de la Legión? Le recomiendo que cante, que es de buenas personas, que es un desahogo emocional». Le dijo mucho más de lo que le soltó. Se rio de ella, de su dogmatismo, de su sectarismo, de su odio a España. No le llamó «pueblerina» o «paleta» porque el ministro está mejor educado que yo. Y la senadora separatista no sabía dónde meter la cabeza. Difícil trance, porque a falta de seso le sobraba el pelo, que lo llevaba abultado y sin brújula, un mechón al norte, otro al sur, el tercero al este, el cuarto al oeste, y el resto al nordeste, al noroeste, al sureste y al suroeste. Recordé los versos de la obra de Camprodón, gloria del ripio. «Oh, bella Diosa Minerva/ qué hermoso paraje es éste!.../ ¡Y cómo crece la hierba/ con este viento sudeste!».
La presumible senadora hizo el ridículo. Su crítica al ministro fue excremental, absurda y de vertedero. Y el ministro Méndez de Vigo respondió con exquisita educación, naturalidad y divertimiento. Nada destroza más a un dogmático que el sentido del humor. «Cante, señoría, que no cantar es de malas personas». Mientras el ministro se descoñetaba de risa simulando el descoñetamiento, la madura aldeana intentaba sonreír, pero no le salía. El resultado gestual se acercaba más a la mueca que a la sonrisa. «Yo le invito al próximo acto legionario, y va a ver cómo termina Su Señoría cantando el ''Novio de la Muerte''». Porque éstos son así. Si advierten el más mínimo peligro, cantan lo que sea, desde «El Novio de la Muerte» al Himno de Infantería. Y con marcial apostura.
No creo que la nada prestante dama sin acrisoladas virtudes, entendiera en su totalidad la réplica de Méndez de Vigo. Sin humor no hay posibilidad de ello. Un cerebro que no capta la ironía, es un cerebro a mejorar. Le recomiendo un máster de Canto. Los hay baratos y no muy exigentes. Lo de captar la ironía y gozar de sentido del humor es más complicado. No tiene remedio. Es como nacer feo. Se nace feo, se vive feo y se muere feo. Es mi caso, y no he podido corregirlo. Quizá por ello, entiendo su melancolía. Pero haría bien la senadora de ERC de aceptar la recomendación del ministro. «Cante, cante, que hacerlo es de buenas personas».
Si bien, la teoría no siempre responde a la realidad. Llach cantaba. Mal y coñazo, pero cantaba.
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