Opinión
Mariquitas
Un grupo de mariquitas ha profanado y pintarrajeado el monumento a la Legión en Zaragoza, cuyo primer proyecto se debe a Mariano Benlliure. Escribo que mariquitas porque se desahogaron amparados en la noche. Las pintadas y los mensajes son contradictorios: «Contra el fascismo, acción directa». Nada de acción directa. Indirecta y cobarde. Un sólo legionario, a la luz del día, los habría mandado a paseo. No se atreven. Necesitan la oscuridad y la soledad para atacar a la Legión. Habrán dormido felices y contentos recreándose en su heroicidad.
España transcurre por momentos difíciles, que serán superados. En Pamplona, con el apoyo de la proetarra Uxue Barcos, presidenta de Navarra, y del alcalde podemita de Pamplona, se han manifestado unos miles de infectados en solidaridad con los «borrokas» de Alsasua. Los representantes de las instituciones del lado de los delincuentes y violentos. Y en Navarra, que el día que despierte, más de uno se va a enterar de lo que vale un peine.
Los que asaltan monumentos son como las lechuzas. Nocturnos. Hasta don Francisco –Curro-, Romero, inmortalizado en bronce, experimentó una mañana la desagradable sensación de haber sido vulnerado por las bestias de la cobardía. El socialista manchado de sangre Largo Caballero, goza de inmunidad en su monumento de los Nuevos Ministerios. La gente culta respeta la Historia y la asume. Los analfabetos resentidos sólo aceptan una Historia, la suya, que para colmo, tampoco han estudiado, ni analizado, ni medido.
El Tercio, la Legión, es una institución militar respetada y querida en todo el mundo libre. Allá donde se ha demandado su presencia, se ha presentado. En las misiones de paz que le han encomendado a los legionarios, han dejado huella de su eficacia, servicio y humanidad. Un legionario jamás abandona y se rinde. Si hay que atravesar una cortina de balas para salvar la vida de un niño, las balas no lo detendrán nunca. Si uno de los mariquitas nocturnos se ven un día en una situación extrema y hay un legionario en su cercanía, el legionario arriesgará su vida por salvar la suya. Están enfermos, podridos, no saben de qué va la cosa. Sólo saben que a los símbolos y monumentos de la Legión hay que envilecerlos con sus miserias en las horas de la noche. Durante el día, hasta el legionario de bronce les da susto. Son de oscuridades y ataques por la espalda. No se atreven a mirar a los ojos y dominan las nucas. Viven en la envidia y el rencor. Son, por lo tanto, dignos de la misericordia de los justos, porque su pasar por la vida les ha acumulado en el páncreas todos los resentimientos posibles y probables. Por otra parte, la mayoría de ellos son unos vagos redomados, unos pijos que juegan a estalinistas, unos vividores que abusan de los que trabajan para que ellos puedan seguir tocándose sus pitos y coños de cianuro.
La legión es ejemplar. Valor, compañerismo, servicio sin límites a la sociedad que defiende, amor a España, renuncia a los bienes materiales y entrega a la muerte si su fin significa el principio de los demás. Pintarrajear un monumento a la Legión es, ante todo, una injusticia. Después viene la salvajada, la grosería, el adoctrinamiento en el odio y la profanación de un bien de todos. Y fundamentalmente, la cobardía despreciable.
La valoración popular y el cariño que la Legión tiene y recibe de la mayoría de los españoles, es el motivo del odio. Odian a todo lo que España ama. Aborrecen el trabajo, la vocación y el sacrificio. ¿Acción directa? Nocturnidad y alevosía. Si la Legión o sus monumentos son atacados, que al menos, por buena educación, sus atacantes sean firmes y valientes. No una pandilla de mariquitas y tiorras teñidas que se entregan a la causa de la nada desde su nada devastadora. Y ¡Viva la Legión! Ahora y siempre.
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