Opinión

Bisontes

Leo en ABC un interesante trabajo dedicado a la expansión del bisonte europeo en la provincia de Segovia, en concreto, entre Lastras de Cuéllar, Cantalejo y El Cubillo. Y que también se pueden encontrar, en menor número, en otros puntos de España. No olvidemos que este precioso mamífero fue dueño de los bosques de robles, hayas, fresnos y pinos de la mitad norte de España. En La Montaña de Cantabria es el símbolo, y ahí están en sus cuevas de Altamira para demostrarlo. Pero en Cantabria no hay ningún bisonte europeo, salvando los que se encuentran en el Parque de Cabárceno, esa locura maravillosa proyectada y ejecutada contra viento y marea por Juan Hormaechea.

Fue Hormaechea el primero en apuntar la posibilidad de recuperar el bisonte en tierras cántabras. De recuperar la normalidad que la naturaleza estableció en sus bosques durante siglos. Y se pensó en una gran extensión integrada en la Reserva del Saja. Pero el plan quedó en el cajón de los sueños cuando el socialista Jaime Blanco sucedió a Juan Hormaechea. Durante el Gobierno de José Joaquín Martínez Sieso, se recuperó la ilusión, y tuve el privilegio de intervenir por indicación de su consejero de Medio Ambiente José Luis Gil. Invité a comer a la embajadora de Polonia en España, una mujer severa y educada. Le hablé del éxito de la repoblación en el sudoeste de Francia del bisonte europeo gracias a la donación de diez ejemplares por parte de Polonia.

Y le pedí lo mismo, acentuando mi solicitud en los bisontes de Altamira. Días más tarde me llamó para comunicarme que el Gobierno de Polonia había aprobado la entrega de diez ejemplares – no recuerdo la proporción de machos y hembras-, al Gobierno Autonómico de Cantabria. Y con José Luis Gil visité la gran extensión que había dispuesto para los bisontes en Valderredible, entre Reinosa y el Puerto del Escudo, con el pantano del Ebro de testigo. Hubo elecciones, ganó el PP, pero Revilla que era vicepresidente con el Partido Popular, se unió al PSOE para ser el Presidente de Cantabria, y el proyecto se detuvo. Una epidemia de brucelosis y la ausencia de voluntad por su parte paralizaron la repoblación.

Simultáneamente, el prestigioso doctor del hospital de Valdecilla, Samuel Gómez, vecino de Ibio, municipio de Mazcuerras, logró poner de acuerdo a muchos propietarios de prados ybosques para establecer ahí el núcleo de la repoblación. Ibio y Sierra de Ibio se ubican en una zona privilegiada para el ganado vacuno y caballar. Ahí tiene el Arma de Caballería una yeguada dedicada al caballo de salto que es prodigiosa, y se adquirieron nuevas tierras para trasladar los caballos de purasangre de Lore-Toki, que el ministro Bono intentó ceder al Ayuntamiento de San Sebastián. Pero en España, los esfuerzos de los particulares no triunfan si no reciben el apoyo de los sectores oficiales. Y el Gobierno de Cantabria sólo admitió un bisonte. Un bisonte de cartel que adornaba la leyenda de «Cantabria Infinita». Ese bisonte, copiado de uno de los que pintaron los montañeses prehistóricos en los techos de las cuevas de Altamira, es el único bisonte que puede verse en Cantabria, siempre en los aledaños de las carreteras principales y las autovías.

Si hay un rincón en España donde el bisonte es pasado, realidad, evidencia y símbolo, no es otro que el montañés de Cantabria. Quizá, algún día, los pasados esfuerzos vanos se hagan presentes, y los bosques montañeses reúnan en vida lo que hoy es sólo un símbolo de cartel. Para ello es imprescindible que los gobernantes autonómicos de Cantabria reparen que la naturaleza viva y recuperada es también un regalo y puede convertirse en una caudalosa fuente de ingresos. Que en Cantabria hay mucho más que sus maravillosas y generosamente regaladas anchoas de Santoña.