Opinión

Manada inhumana

Hay bastantes hombres todavía que se creen superiores a las mujeres. Se lo han dicho al nacer: tu padre es el jefe de la familia, por eso llevas sus apellidos. No recojas que tu hermana está para hacerlo. Tienes que estudiar que para eso eres el hombrecito de la casa. Defiéndete cuando te sientas atacado. Esa es una provocadora, quiere guerra. Y miles de mensajes nefastos más. Mensajes que están en la estructura de un sistema global que sigue poniendo sus valores supremos en la lucha por el territorio y el poder. Es decir, en el dominio. En la violencia.

Los hombres quieren conquistar territorios y cuerpos. Ser líder en la manada, o en la propia familia si no pueden aspirar a más, y gozar de privilegios. Creen que el mundo es suyo y que ha de persistir a su imagen y semejanza. Algunos se convierten en tipos prepotentes que imponen su desatino. Porque tienen derecho, porque a ellos ninguna mujer les dice que NO. Su tara no es sólo personal, es también social.

La sociedad se la inocula, se la permite y se la perdona. Por eso abusan, violan o matan si ellas se rebelan. Lo de esta Manada de hombres –los animales no actúan así– ha sido la gota que colma el vaso. La solidaridad masculina, porque el subconsciente funciona entre jueces y no jueces, ha vuelto a actuar. Y esos tarados irán un tiempecito a la cárcel. Pero no reconocerán su error, no se arrepentirán. No habrá transformación. Porque los delincuentes sexuales o violentos de género, no se rehabilitan. Porque su mal no es solo personal, es también social. Es la enfermedad del patriarcado.