Opinión
Artadi
Leo a Toni Bolaño y Salvador Sostres, que la conocen mejor que yo, y los dos coinciden en su sobredimensionada ambición. Me refiero a Elsa Artadi, que se ha convertido en el terror del forajido fugado. El forajido fugado fue su impulsor y principal apoyo, y ahora tiembla cada vez que la nombran en su presencia. No obstante, todavía ríen al unísono.
Resultan interesantes los delirios de grandeza del mentalmente descuajeringado bipolar. Todo depende de su humor matutino. Ahora, ante la amenaza de un candidato no imputado por la Justicia, prefiere nuevas elecciones. El chalado sabe perfectamente que la normalidad política e institucional en Cataluña, dentro de lo que cabe, le convertiría en una sombra sin interés, nómada por Europa. Y como la chaladura no es incompatible con la altanería, ha exigido a quien ocupe la presidencia de la Generalidad de Cataluña, que renuncie a instalarse en el despacho presidencial, abandone la idea de usar el Salón Montserrat en las recepciones, y no se le pase por la cabeza habitar en la «Casa dels Canonges», residencia oficial del presidente de la Generalidad de Cataluña. Y claro, Elsa Artadi ha renunciado a su candidatura, porque a la bella y sonriente buganvilla no le convencen las restricciones establecidas por tan sorprendente mochales. Y razón le sobra. Lo lógico es que el presidente de la Generalidad, sea hombre o mujer, ocupe el despacho que le corresponde como tal, convoque las recepciones en el Salón Montserrat y habite en la residencia oficial de los presidentes anteriores. Esa ocurrencia es propia de un descolocado sin sitio, de un delirante con muy poca educación institucional. Cuando Manuela Carmena pierda las próximas elecciones, no se le ocurrirá exigir a su sucesor en la Alcaldía de Madrid que no ocupe su despacho en el Palacio de Correos, que no use para las recepciones oficiales la Casa de la Villa o los Jardines de Cecilio Rodríguez, y que el nuevo Alcalde acuda en bicicleta a Cibeles porque ella se lleva el coche oficial, con chófer incluído en el paquete.
Elsa Artadi desea ser la presidenta de la Generalidad con todas las ventajas que el cargo ofrece. Por otra parte, el malhechor fugado no ha sido otra cosa que Alcalde de Gerona y títere puesto a dedo por la CUP para suceder a Mas en la Generalidad de Cataluña. Napoleón fue otra cosa. Los hombres pasan y los despachos, salones y casas oficiales permanecen. A no ser que se posea la dignidad altiva y también desenfrenada del Duque de Osuna, don Mariano Téllez-Girón,castellano-andaluz, cuando le embargaron el castillo de Beauraing, su feudo belga. Reunió a sus servidores en la víspera del desahucio, les regaló todas las riquezas artísticas de su interior, ordenó posteriormente ya de madrugada incendiar su castillo, y al llegar la autoridad judicial a primera hora de la mañana, ante la visión violenta del humo, las cenizas y las llamas, dirigiéndose al alguacil que llevaba la orden de ejecución del embargo le dijo en su perfecto francés: –No ha nacido el belga que le embargue su castillo a un duque español–. Toma geroma pastillas de goma. Certidumbre de grandeza.
Elsa Artadi lo quiere todo, y si el todo es lo que corresponde al presidente de la Generalidad catalana, el delincuente fugado no es nadie, y aún será menos que nadie, para limitarle sus privilegios. El que va a quedar fatal en esta segunda edición de la historieta separatista va a ser Torrent, que ya principia a sentir la presión en la nuez de sus dídimos a modo de corbata. Pero, al menos en esta ocasión, la bella Elsa ha actuado con coherencia. «Oye, Charly, yo te sustituyo en la Generalidad y tú te quedas aquí calladito hasta que te devuelvan a España los alemanes. Y como a las buganvillas nos gusta el sol que nos ayuda a trepar, me apresuro a informarte que conmigo en la presidencia de la Generalidad, tonterías separatistas, ni una».
Es decir, que no hay tu tía. Elecciones.
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