
Opinión
La española Garbiñe
Uno de los acontecimientos internacionales que más prestigio dan a Madrid es el Mutua Madrileña Másters 1000 de Tenis, que se celebra en el prodigio de la Caja Mágica. En «Podemos» y «Ahora Madrid» lo odian, precisamente por su éxito arrollador, por la presencia estelar de Madrid en el gran circuito del tenis y por el protagonismo de Madrid en uno de los deportes más seguidos en el mundo. Para colmo, la idea, proyecto, costrucción e inauguración de la Caja Mágica se le debe al equipo municipal del PP con Alberto Ruiz- Gallardón al frente de la Alcaldía de la Villa y Corte. Si dependiera de algunos de los mamarrachos que hoy gobiernan la Capital de España, la Caja Mágica ya habría sido dinamitada.
El ídolo, cómo no, es Rafael Nadal. Ídolo dentro y fuera de la cancha, el mejor deportista que ha dado España, y un señor como la copa de un pino. Produce emoción ver al inmenso Manolo Santana, director del torneo, disfrutar desde su palquillo con el juego de su mejor sucesor. Y ahí está también Feliciano, y Ferrer, y nuestras dos estupendas tenistas, algo superiores al resto, Garbiñe Muguruza y Carla Suárez.
En Teledeporte, de TVE, hay muchos comentaristas de tenis. Siempre sabio, oportuno, simpático y sin esquinas, el formidable Alex Corretja, un campeón de las buenas formas. Y están otros, malintencionados, escorados o quizá, simplemente cursis, que al referirse a Garbiñe Muguruza la denominan «la hispano venezolana».
Garbiñe nació en Caracas. Su padre es vasco y español, y su madre venezolana. Vivió su infancia en Venezuela. Llegó a España, y aquí se terminó de formar como deportista. A los 18 tuvo que elegir su nacionalidad, y eligió la española. Disputa con España la Copa Federación. Cuando triunfa, y lo ha hecho en dos ocasiones en un «Grand Slam» –París y Wimbledon, nada menos–, se abraza a la Bandera y se fotografía orgullosa con ella. No tiene acento venezolano. Y es española de la cabeza a los pies. Pero los cursis o malintencionados comentaristas le dicen la «hispano venezolana», para rebajarle su españolidad y primar su venezolanía.
Antonio Mejías «Bienvenida», el más grande de los toreros de la dinastía del Papa Negro, hermano de Manolo, Pepe, Ángel Luis y Juan, nació en Caracas. Jamás fue considerado un torero «hispano venezolano». Por poner un ejemplo menos cercano al concepto de España. El político nacionalista vasco famoso por su ensaimada capilar, el inefable Anasagasti –todo junto, no Ana Sagasti como creen algunos–, también nació en Venezuela. Y si hay elecciones en aquel maravilloso y desdichado país arruinado por los financieros de Podemos, Anasagasti vota en la Embajada o el consulado. Pero nadie le dice «hispano venezolano», ni «vasco venezolano», ni «vizcaíno venezolano». Es un político español de mal asiento, pero español a su pesar.
Sucede que entre los comentaristas deportivos de TVE, que dependen del inefable Gundín, hay simpatizantes del «Prusás», y nada les molesta más que Garbiñe sea española, y permítanme la inmodestia, un orgulllo de España. Al menos, para quien esto firma, lo es. Tengo un sobrino que nació en Baltimore, y nadie en la familia se refiere a él como «hispano baltimoriano», o «hispano estadounidense». Claro, que no juega al tenis como Garbiñe, aunque sí lo hace mejor que yo, que tiene mérito.
Garbiñe Muguruza es una tenista española, querida y admirada por sus compatriotas, y seguida en todos los rincones del mundo. No se mete en asuntos políticos, pero su opinión acerca de la dictadura comunista de Venezuela siempre ha sido clara y contundente. Lo de «hispano venezolana», –dejémoslo ahí sin hurgar heridas aldeanas-, es como poco una cursilería. Y en TVE, como en Canal Movistar, los comentaristas están obligados a saberlo. Garbiñe es española, y punto final.
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