Opinión

Tipos de interés

Occidente acumula una década de tipos de interés históricamente bajos. En parte por la influencia de la crisis económica: cuando todo el mundo se halla altamente endeudado y cuando, además, las perspectivas de futuro no son demasiado positivas, la demanda de crédito por parte de familias y empresas es muy reducida y, en consecuencia, el precio de ese crédito también lo es. En otra parte, sin embargo, los bajos tipos de interés occidentales responden a las políticas monetarias acomodaticias que, desde 2009, han ejecutado sus bancos centrales (en EE UU, la Eurozona, Inglaterra o Japón).

Muchos analistas tienden a pensar que un coste de financiación moderado es beneficioso para impulsar la recuperación. Sin embargo, y por motivos similares, la laxitud financiera artificialmente inducida por los bancos centrales también puede abocar a las economías a descoordinaciones generalizadas. Por ejemplo, la que padecimos durante años en forma de la burbuja inmobiliaria en España. De ahí que sea habitual que los bancos centrales, después de haber empantanado de deuda barata los mercados de capitales durante un cierto tiempo, intenten poner freno a sus excesivamente bajos tipos de interés por la vía de decretar subidas progresivas de los mismos. Sucede que este imprescindible proceso de endurecimiento monetario termina normalmente revelando los desequilibrios que la laxitud presente ha contribuido a crear, de modo que suele estar vinculado a la aparición de tensiones. Esto es, justamente, lo que estamos presenciando durante estos días en los mercados financieros globales: conforme los tipos de interés de la deuda pública estadounidense han ido repuntando, las inversiones en países emergentes han empezado a tambalearse. Argentina ha sido el caso más sonado de las últimas jornadas: un expansivo coste de financiación de sus pasivos estatales que, en última instancia, ha conducido a la fuerte depreciación de un peso de cuya masiva impresión sigue abusando el banco central.

Pero todo apunta a que éste no será el último caso. Las tensiones monetarias también están comenzando a sentirse en Turquía y próximamente podrían aparecer en otras economías con un fuerte endeudamiento exterior, como por ejemplo Ucrania, Sudáfrica o la India, de manera que cuanto más se encarezca el dólar o el euro, más dificultades confrontarán aquellos que se han endeudado excesivamente en dichas divisas.

Es verdad que resulta totalmente necesario ir normalizando la política monetaria occidental después del exceso de laxitud que ha reinado en la última década, pero también hemos de tener en cuenta que muy probablemente ese proceso distará de ser suave y sencillo. De momento, la piedra de toque de la retirada de los estímulos monetarios sigue estando en las economías emergentes: Argentina puede ser sólo la primera de muchas más.