Opinión

No es sólo la incertidumbre

La presentación de una moción de censura por parte del Partido Socialista de Pedro Sánchez no ha sentado demasiado bien a los mercados: la prima de riesgo, que llevaba desde comienzos de año por debajo de los 100 puntos básicos con respecto al bono alemán, volvió a rebasar esta marca tras subir casi un 20% y ubicarse en los 110 puntos básicos. A su vez, el Ibex 35 cayó cerca de un 2% –el mayor descenso desde marzo–, desmarcándose así de las subidas que registraron el resto de plazas europeas. Claramente, las pretensiones presidenciales de Pedro Sánchez no han sido bienvenidas por los inversores. Pero, ¿por qué? ¿Qué es exactamente lo que asusta a los mercados de la moción registrada por el PSOE? Una primera hipótesis, ampliamente extendida en los medios de comunicación, es que la incertidumbre política no les sienta bien a los mercados: la crisis de gobernabilidad desestabiliza administrativamente a España y esto se traduce en desconfianza inversora. La hipótesis, sin embargo, no es del todo convincente.

La identidad del partido que ocupe el gobierno de un país no preocupa especialmente a empresarios e inversores siempre que ese gobierno no vaya a socavar las bases institucionales de ese país. ¿Qué miedo y desazón genera entre la comunidad inversora el que el SPD alemán pueda salir vencedor en unos comicios alemanes? ¿O que el Partido Demócrata resulte vencedor en las elecciones presidenciales estadounidenses? Ninguno. De modo que la explicación de por qué la moción de censura preocupa a los mercados debe ir más allá de la mera incertidumbre sobre quién gobernará España. Lo que se teme en particular es el riesgo de que se conforme un nuevo Gobierno que adopte una política económica fuertemente influida por la extrema izquierda. A la postre, una posibilidad nada desdeñable ahora mismo es que Pedro Sánchez llegue a La Moncloa con el apoyo de Podemos e Izquierda Unida, así como de fuerzas nacionalistas e independentistas que apuestan decididamente por un cambio de raíz en la arquitectura jurisdiccional del país.

Es ese salto al vacío político el que temen los inversores: que algunos de los logros económicos alcanzados durante los últimos años (contención del déficit público y reforma moderada de ciertos mercados, como el laboral) puedan ser revertidos durante los próximos meses y que, en consecuencia, la estabilidad macroeconómica de nuestro país se venga abajo. El contexto internacional no es, desde luego, el más favorable para la implementación de una agenda económica populista. Los vientos de cola de la economía española están dejando de soplar (alza del petróleo y incremento de los tipos de interés), los flujos de mercancías y capitales internacionales empiezan a estar revueltos (crisis económica en Argentina y amenaza permanente de guerra comercial multilateral) y, sobre todo, una Eurozona que ya se había topado con un fuerte quebradero de cabeza en Italia. O dicho en otras palabras: los dos países que estuvieron a punto de romper la Eurozona en 2012 –España e Italia– vuelven al primer plano de la atención mediática por dar alas a movimientos euroescépticos (caso de Italia) o antiausteridad y antirreformas (España). Todavía es pronto para alarmarse, pero es del todo comprensible que algunos comiencen a inquietarse.