Opinión

Príamo y la doble vara de medir

Nos hemos instalado en la ejemplaridad o por lo menos en su exigencia, y no cabe duda de la bonanza del concepto y de su ejercicio. En un sistema democrático parecería que el respeto de la ley es condición suficiente para la consecución de una sociedad justa, de tal forma que lo único que se debe obrar es cumplir con la ley; pero hoy en día, se ha añadido un plus en el comportamiento humano, y en especial en el de personas con cometidos o relevancia públicos, la ejemplaridad, de tal modo que con el desenvolvimiento de sus distintos cometidos se conviertan en un ejemplo para los demás.

El problema de este concepto, espléndidamente desarrollado por el filósofo Javier Gomá, es su extremada volubilidad, máxime en un país como el nuestro en el que la doble vara de medir es el método utilizado para establecer juicios y exigir responsabilidades. Esta doble vara de medir en el juicio público es muy injusta, provocando consecuencias devastadoras para las personas que se ven afectados, más lo que no podemos permitir es que invada el ejercicio de la justicia administrada en los tribunales, pero esto lo dejo para otro momento.

El problema que tiene la exigencia de ejemplaridad, es que el canon de su valoración es sumamente adaptable a las circunstancias, sobre todo cuando es exigido por personas que para sí no se lo aplican. Es muy difícil encontrar el antónimo del concepto para poder conceptualizar su ausencia, y es que quizá no exista, debiendo acompañar el termino ejemplar con los conceptos poco o nada, para saber a qué nos estamos refiriendo.

Pero insisto, el problema más grave es esa doble vara de medir que nos rodea y asfixia a algunos y no a otros, donde lo que para uno es un pecado mortal para otros es una chiquillada.

A esto se le une la sensación de que las leyes que rigen nuestra sociedad son la fatalidad o la fortuna, pero a veces las cosas no ocurren por casualidad. Gomá hace referencia para explicar esta sensación al infortunio de Príamo, Rey de Troya, quien hubo de soportar la muerte de sus hijos y la ruina de su pueblo sin culpa alguna por su parte. Debemos acabar con la doble vara de medir.