Opinión

Amor mirado

A mí, Meritxell Batet, nada me interesaba en su época anterior. Matrimonió con Lasalle, el sorayista montañés, pepero acomplejado. Dícese que fue Meritxell una notable bailarina, virtud y cualidad que pasan desapercibidas por mi sensibilidad. Milagro que danza es Sara Baras, que por otra parte además del arte que lleva en sus venas y su alma, no dice tonterías. Pero algo ha cambiado en Meritxell. Su nueva mirada. Lo que anuncia de la reforma de la Constitución y el acercamiento de los golpistas catalanes presos es cara a la galería. Sabe que no puede realizarse su buena intención, porque forma parte de un Gobierno muy mediático, pero nada más.

Meritxell mira a Pedro Sánchez con una intensidad poética que impresiona. Cuando saluda a su presidente, se oyen los endecasílabos lorquianos de la Dulce Queja: «Si tú eres el tesoro oculto mío,/ si eres mi cruz y mi dolor mojado,/si soy el perro de tu señorío,/ no me dejes perder lo que he ganado,/ y decora las aguas de tu río/ con hojas de mi otoño enajenado».

No miraba de esa guisa a Lasalle, que jamás leyó a Rafael Alberti dándole voz a Príapo. «Se confunden los bosques, las lianas/ se juntan y conmueven./ En el pomar revientan las manzanas/ y en el jardín, copos de nardo llueven». Amor mirado y no correspondido, y por ello, amor más meritorio. Porque Pedro no corresponde con la misma locura. Pedro teme a Begoña, que anda de mudanzas y arreglos mobiliarios. De las endechas de Suárez de Figueroa, vallisoletano de cuna, lisboeta de ataúd, Castilla y Atlántico: «Permite a mis brazos/ que se miren hechos/ hiedras amorosas/ de tu airoso cuerpo». Ventajas y desventajas de la apariencia física, del hombre bello. Cuando jugaba al baloncesto en el Estudiantes no metía una canasta, y ahora, aún en forma, gusta de rodearse de ministras encandiladas, si bien ninguna alcanza los ritmos luminosos de la miradas de Meritxell. Margarita Robles mira mal. Seamos sinceros. Mira mal.

No albergo duda de que Meritxell, reducida a su espacio y quehacer político, va a constituir un chasco. Pero no importa. Este Gobierno que ha sido tan bien recibido es un chasco, porque sus posibilidades de gobernar son muy reducidas y modestas. Por otra parte, y ese detalle hay que elogiarlo, Sánchez ha conseguido los votos de todos para echar a Rajoy y ahora no cuenta con nadie. Ha subido en las encuestas con el PP, y han patinado hacia abajo los naranjas y los seguidores de los condes de La Navata. Los naranjas tendrían que dejarse de protagonismos originales, llevar a Rivera a Cataluña y traerse de Cataluña a Inés Arrimadas, que es la que vale y arrasa de verdad. No me costaría mucho escribirle un poema a Inés Arrimadas, y sí bastante a Rivera, lo que me hace deducir que desde mi razón y parcialidad, acierto en el consejo. Pero estamos en el amor mirado de Meritxell, que un día va a fundir la estructura de Pedro. De Pedro Sánchez, no de San Pedro, que del segundo ya se encargó en «Roma, Peligro para Caminantes» Rafael Alberti. Eso, que San Pedro estaba harto de tener horadados los pies con tanto beso devoto, y le pedía a Dios, desde su ateísmo creyente andaluz, que lo devolviera a la pesca. «Di, Jesucristo, ¿por qué/ me besan tanto los pies?/ Soy San Pedro, aquí sentado,/ en bronce inmovilizado./ No puedo mirar de lado/ ni pegar un puntapié,/ pues tengo los pies gastados/...como ves/. Haz un milagro, Señor, / ¡Déjame bajar al río¡/ Volver a ser pescador/ ...que es lo mío». Esto tampoco lo había leído Lasalle, y por eso se marchó Meritxell.

No creo que tengan el suficiente tiempo para destrozar y arruinar a España. De ahí, que reúna mi interés en este Gobierno en las miradas de admirado amor de la Batet, que sí, que va a reformar la Constitución, acercar a los golpistas y todas esas cosas, pero al final, lo único que va a conseguir es mosquear a Begoña, que es de armas tomar.