Opinión
Tostón ruso
Mañana, jueves 14 de junio, San Eliseo, dará comienzo en Rusia el Campeonato del Mundo de Fútbol. Los cursis pluralizan. «Los mundiales de Rusia», como si se disputaran varias competiciones simultáneamente. Un tostón. Recién finalizada la temporada, se inicia otra, sin apenas descanso. No son los futbolistas los que necesitan las vacaciones, sino los aficionados. San Eliseo es un santo muy particular, y para mí, que muy poco apegado a la realidad, como San Mamés, que ahora se ha vuelto nacionalista vasco y partidario del derecho a decidir gracias al aldeano Urrutia, que ignora –lo ignora casi todo–, que San Mamés era natural de Cesárea de Capadocia, hijo de Santa Rufina y San Teodoto y que en el año 253 de nuestra era falleció en la arena del anfiteatro a manos de un gladiador. No era inteligente ni hábil San Mamés, que no pudo conocer Bilbao porque en el día de su desagradable fallecimiento, Bilbao no existía. Pero hay que retornar a San Eliseo, que patrocina la memorable jornada de inauguración del Mundial de Rusia. Se trata de un profeta del siglo IX anterior a Cristo, que es un siglo poco estudiado y muy apto para morcillas de historiadores. Dicen que obligó a los reyes de Israel, de Siria y de Judá a reconocer al verdadero dios –que en aquellos años era objeto de discusión y debate–, y sufrió graves problemas familiares. Acab y Jezabel ordenaron a Jehú la ejecución del hijo de San Eliseo, Joram, un provocador nato con un carácter ácido y repulsivo.
Las fechas son las fechas, y nadie está en condiciones de poner en duda que el Mundial de Rusia principia el día de San Eliseo. Esta sabia elección es lo único que me interesa del tostón del Mundial, que se prolongará durante un mes. Después de 298 días de fútbol en la temporada 2017/2018, treinta días más de propina. Bartoméu, el presidente del Barcelona, ha reconocido su deseo de que triunfe Argentina para que Messi consiga, al fin, un Mundial. Para mí que no. Messi en junio y julio es una acuarela de la melancolía, y con la camiseta albiceleste juega peor que en el Barcelona. En Argentina recelan de su entrega y sacrificio. Este servidor de ustedes desea que triunfe España, pero con educación y sosiego. Todavía guardo en la memoria el gol de Bale en la final de Kiev, que tanto molestó a Pilar Rahola, la veterana futbolista de la República de Cataluña, que en sus buenos tiempos y con anterioridad a dedicarse a la literatura, destacó por su regate seco. Era un ratón del área.
Un Mundial es siempre aburrido hasta los cuartos de final. Se admiten selecciones de muy sospechosa calidad. No tengo ante mis ojos la relación de selecciones clasificadas, pero un Brasil-Islas Fiji no es lo más atractivo que pueda ofrecerse en el panorama futbolero. España acude con un equipo muy brasileño, y esa realidad mengua los entusiasmos. Por otra parte, los rusos, que en la música, el arte, la literatura, la poesía y la arquitectura son admirables, en el fútbol resultan decepcionantes. Su juego es primitivo y muy lejano al donaire. Lo hacen todo muy largo, y han perdido el morbo del comunismo. Aquella advertencia «CCCP» bordada en los pechos de las camisetas –Coiuz Cobietsky Cozialist Republik– ( la P en ruso es la R, como incomprensible en catalán es incumpransipla) causaba temor a los contrincantes. Cuando España venció en el Bernabéu a la URSS en la final de la Eurocopa, un periódico de provincias –creo que «El Lanza» de Ciudad Real– dio la noticia de manera sesgada. «El Jefe del Estado, Generalísimo Franco, clave en el triunfo contra el comunismo». Fue el día del cabezazo de Marcelino, que dejó tieso a la gran «Araña Negra», Lev Yachin. Y el fenomenal Matías Prats, el padre, que para no «sesear» con su acento cordobés nativo, cambiaba la «c» por la «f», exclamó de esta guisa. «¡Hoy es día de gofo y felebrafión en toda España!».
El fútbol de hogaño nada se parece al de antaño. Y un Mundial es excesiva propina después de una temporada repleta de partidos. Nada podrá compararse a la alegría del gol de Bale en Kiev. Se inicia el gran tostón.
✕
Accede a tu cuenta para comentar