Opinión

Ministra de Estado

Me sucede con la ministra de Defensa, Margarita Robles, lo que al gran Saki –tan desconocido y olvidado–, con su nivel de vida. «Vivo tan por encima de mis posibilidades, que por decirlo brevemente, vivimos aparte». Pero lo cortés no quita lo valiente. Cuando Pedro Sánchez accedió de forma tan extravagante a la presidencia del Gobierno, temí un gesto de frívolo desprecio y desapego con las Fuerzas Armadas. Llegué a figurarme que pondría al frente de nuestros ejércitos a un botarate, y no excluí de la quiniela ni al general podemita ni a la teniente coronel retirada Zaida Cantera, promovida por la periodista Irene Lozano. No siento simpatía por Margarita Robles, pero me tranquilizó su nombramiento. Es inteligente, trabajadora y tiene una gran experiencia política y parlamentaria. A su manera, entiende el concepto de la unidad de España y la idea del Estado.

Por otra parte, la nueva ministra de Defensa asume la máxima responsabilidad política respecto al CNI, heredando esa carga o privilegio de Soraya Santamaría. Ignoro las ideas de la anterior vicepresidenta del Gobierno, y tengo presentes las de Margarita Robles. Y sabiendo que la ministra de Defensa mantiene ideológicamente una empecinada distancia con mis ideales, me fío más de ella que de la vicepresidenta extinta, impulsora del sorayismo que tanto daño ha hecho al Partido Popular.

La ministra ha demostrado su sentido de Estado manteniendo a la llamada Cúpula Militar y al Director del CNI, el general Sanz Roldán, que lo es desde el Gobierno del nefasto Rodríguez Zapatero. El director del CNI está por encima de los enfrentamientos de partidos, y lo ha sido con Alfredo Pérez de Rubalcaba, Soraya y ahora ratificado por Margarita Robles. Y la ministra sabe que los militares conforman la institución más leal, sacrificada, honesta y disciplinada de España, y ha respetado la actual composición del mando, continuidad «lógica y razonable» –son sus palabras–, por «sentido de Estado».

A partir de ahora, Margarita Robles tendrá que resolver los retos y las injusticias que las Fuerzas Armadas tienen sobre la mesa. Los presupuestos y la modernización de unos ejércitos que han suplido con el esfuerzo humano la falta de medios. Creo que sería manifiestamente indebido y arbitrario olvidar el trabajo y la magnífica gestión de María Dolores de Cospedal en la cartera de Defensa. Nuestros aliados naturales y nuestros socios de la OTAN llevan tiempo reclamando una mayor generosidad presupuestaria para nuestra Defensa, que garantice la modernización de material que necesitan nuestros Ejércitos y el cumplimiento pleno de nuestros compromisos internacionales. Y para ello hay que tener sentido de Estado y conocimiento de la realidad. La ministra de Defensa se va a topar con la institución más alejada de las componendas políticas. Lealtad, sinceridad y servicio ante todo. Y ese encuentro no parece que le cause disgusto ni preocupación. Sabe que le espera lo que ninguno de sus compañeros de Gobierno disfruta. De la lealtad asegurada, firme y sincera de los que visten uniforme.

El ministerio de Defensa es, con Interior y Exteriores, fundamento primordial del Estado. Y de la Patria, España. Se reúne en nuestros soldados la emoción y el amor por España y el decente concepto administrativo del Estado. Doy por dormida mi vieja desconfianza y recelo por Margarita Robles, y le deseo los mayores éxitos. Una gestión noble y brillante al frente de nuestra Defensa, ennoblece y abrillanta a todos los ciudadanos de España, sin excluir a los que aborrecen a su propia Patria.

Y como ya tengo la suficiente edad para saber los límites de mis capacidades, me ofrezco disciplinadamente a cumplir las órdenes de la ministra desde mi empleo de Cabo Primero retirado del Ejército de Tierra. Menos da una piedra.

Buen principio y mi esperanza de un mejor final.