Opinión
Francis no, Francisco
LA RAZÓN se ha marcado un buen punto publicando la sosegada, certera y muy educada carta al señor Sánchez firmada por Francisco Franco Martínez- Bordiú. Creo que lo de Francis es diminutivo cariñoso y familiar que no encaja en la importancia y trascendencia del contenido de la carta. «Señor Sánchez, no le dé la razón a mi abuelo» es más que una atrevida e inteligente advertencia al Presidente del Gobierno, cuyo fundamental requiebro obsesivo se establece en su falta de respeto a la reciente Historia de España. Ante todo, una afirmación, que no es del señor Franco sino mía. Fue infinitamente más cruel, asesino, ladrón, e inmisericorde el Frente Popular que el levantamiento del 18 de Julio. Y es falso colocar en la legalidad a lo que quedaba de la Segunda República y en la rebeldía y deslealtad a la otra mitad de la España soliviantada. En 1934, el Frente Popular de socialistas y comunistas terminaron con la presumible legalidad republicana. España pasó a convertirse en una lejana colonia del comunismo soviético. Y se produjo una guerra civil, donde vencieron –sin duda alguna–, los únicos que creían en algo. En España, precisamente.
En la carta de Francisco Franco Martínez-Bordiú no se advierte ni una sóla frase redactada con odio o animadversión. Ahora, en la actualidad, te clasifican de franquista por ser del Real Madrid, visitar los frescos de Goya de San Antonio de la Florida o emocionarse con la Salve Marinera entonada por los nuevos oficiales de la Armada, que embarcaron de guardiamarinas, cuando reciben sus despachos con el fondo generoso del dibujo del Juan Sebastián de Elcano. Ahora eres franquista cuando te atreves a criticar la frivolidad de los gestos buenistas con refugiados cuya condición de tales levanta sospechas y recelos. Ahora eres franquista cuando recuerdas que en aquel régimen, con impuestos que comparados a los de hoy se antojarían ridículos, se culminaron las más monumentales obras públicas y construcciones de viviendas obreras en todos los rincones de España. Ahora eres franquista cuando el padre del franquista que escribe visitó el Tribunal del Orden Público en más de un centenar de ocasiones por su vinculación anímica e institucional con Don Juan De Borbón. Lo malo es que aquellos que acusan de franquistas a los demás, son hijos y nietos de franquistas activos, de franquistas durmientes y de franquistas arrepentidos. Y se me antoja absurdo, porque ser acusado de franquista en España equivale a ser señalado en Polonia de Jaruzelwquista. El franquismo murió con Franco. El comunismo, impera, se respeta y cuando puede, mata.
Personajes gloriosos, españoles valientes que colaboraron con el triunfo del bando nacional con la mejor voluntad y limpieza, están siendo condenados a borrar sus nombres. Los nombres de los mayores asesinos del comunismo, torturadores de checas, violadores de mujeres apresadas, asesinos de niños, ocupan el primer lugar de los nuevos honores. Tenemos a Santiago Carrillo, un insaciable genocida, y a Dolores Ibarruri –lean las memorias del «Campesino»–, en la inmortalidad del bronce. Sánchez no desea otra cosa, por aquello de la ordinaria facilidad del frívolo baile de los votos, que sacar los huesos de Franco del Valle de los Caídos. La familia ha escrito al Vaticano, pero el Vaticano en España lo representan los obispos separatistas catalanes, el arzobispo confuso de Madrid y el padre Ángel, ese sonriente y simpático vituperio de la discreción.
Francisco Franco le advierte a Sánchez de su error. «No le dé la razón a mi abuelo». Su abuelo, a su manera, quebró el plan de la España rota y destrozada. Por ese motivo, es odiado. Sánchez está entre los que le odian como yo lo hice intensamente en mis tiempos juveniles. Por otros motivos mucho más nobles.
Franco es Historia de España, y resulta complicado borrar sus aciertos y sus errores. Vivimos momentos de muy complicada manipulación general. Lo de Sánchez con los huesos de un abuelo justifica a la perfección la respuesta de un nieto que no inserta en su protesta ni una sóla palabra de venganza o de odio. En el caso que nos ocupa, el nieto de Franco, Francisco, le da una lección de serenidad, buen tono y razón al efímero hospedado en La Moncloa. Entra de lleno, y borda el señorío.
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