Opinión

El registrador y los avales

En menos de un mes, Mariano Rajoy ha dejado de ser el Presidente del Gobierno de España y diputado del Congreso y ha ocupado en la alicantina Santa Pola su destino de Registrador de la Propiedad. Una acuarela insólita de decencia y honestidad después de abandonar la política.

Pasea a primeras horas de la mañana y acude al Registro a trabajar. Las puertas giratorias, para otros. Claro, que para abandonar la política y acudir al Registro en Santa Pola es imprescindible que, previamente, con mucho esfuerzo y tesón, se hayan aprobado unas duras oposiciones. No un máster verdadero o un máster falso, sino unas oposiciones tan exigentes como las de la Abogacía del Estado, Notarías o Cuerpo Diplomático, si bien estas últimas, según personas de «La Carrera» han suavizado sus antiguas exigencias. Resulta ejemplar en España que un político, que durante años ha sido Presidente del Gobierno, retome su trabajo en una localidad que no es ni capital de provincia y se dedique a cumplir con su trabajo dentro del horario común de los registradores de la propiedad. Mi cerrado aplauso.

Muy pronto dejará de ser el presidente del PP. No se ha decantado por ningún candidato. Con el permiso de mi querido José Manuel García-Margallo, creo que son tres las candidaturas con mayor posibilidad de éxito. Margallo es un verso libre, y los versos libres por valiosos que sean, jamás han completado un soneto, un romance, una redondilla, un ovillejo o una octava real. Margallo es un español rotundo al que no veo en cabeza de una candidatura, porque no tiene capacidad para la mentira y el mal manejo. Y no quiero decir con esto que los otros candidatos sean todos mentirosos y aficionados al manejo turbio. Una de ellas sí, pero no el resto.

Creo que la candidatura de María Dolores de Cospedal y la de Pablo Casado podrían reunirse perfectamente. Conforman la raíz y el espíritu del Partido Popular, si bien la de Pablo Casado apuesta con mayor entusiasmo por la juventud. Me extraña Javier Maroto en el grupo de Casado, y la ausencia de la joven y valiente Beatriz Fanjul, que habla y actúa con la dignidad del heroico PP vasco masacrado por el sorayismo. Pero una y otra mezcladas, con Margallo incluido, ofrecen un plato natural y agradable. Unos huevos fritos con patatas y jamón. Al contrario que la candidatura de Soraya, que representa al PP que no quiere ser el PP. Plato de Nueva Cocina. « Delicia de punta de cola de Cigala sobre lecho de zanahoria con shusi de crabarroca y láminas de tomate de la huerta del abuelo Aitor». Pues no. Prefiero los huevos fritos con patatas y jamón. Y hay tres aspirantes más. Joserra García Hernández, José Luis Bayo y Elio Cabanés. Al segundo y al tercero no los conozco. Joserra, del que tengo muy buenas referencias tiene en su contra el desmedido entusiasmo de Prada, que siempre resulta un entusiasmo con motivos de recelo.

Mientras el presidente de todos ellos trabaja en el Registro de la propiedad de Santa Pola, en Génova se avecinan tortas. Analizando los apoyos fundamentales de la candidatura de Soraya creo haberme topado con el PP blando, pactista, arriolero, y de raíces tan frágiles al viento como las de una mimosa. En Cospedal y Casado hay más PP de verdad, maduro y joven, y mucho me gustaría conocer hacia donde van Pedro del Corral y Almeida, dos grandes valores. Isabel Ayuso, otro valor herido por la envidia partidista, está en el grupo de Casado. Pero figurando en él Maroto, no le encuentro lugar a quien representa en estos momentos al PP vasco firme y valiente de María San Gil, Carlos Iturgáiz y Jaime Mayor Oreja, la jovencísima Beatriz Fanjul.

Compiten tres que podrían ser dos si se diera la generosidad y venciera el buen sentido común en beneficio de España y el partido liberal-conservador. Se pueden pactar los tiempos. Cuatro años para Cospedal, y cuatro años para Casado. La candidatura de Soraya es potente, pero de muy escasa hondura en el sentimiento pepero. Y entretanto, Rajoy que entra en su trabajo de registrador en Santa Pola, y le rompe las narices con la puerta giratoria al conde de La Navata.

Vista, suerte y al toro.