Opinión

Bueno, ¿vamos a Rolex o a setas?

Hay un chiste que suele ser de vascos, pero válido para cualquiera: unos amigos salen al campo a buscar setas. De pronto, uno se para porque encuentra un valioso reloj Rolex y se lo cuenta a sus compañeros, que reprochan su actitud y le espetan, «a qué vamos, ¿a Rolex o a setas?». Nadia Calviño se estrenó esta semana en Luxemburgo en las reuniones de ministros de Economía de la Eurozona (Eurogrupo) y de la UE (Ecofin). La española, conocedora del terreno y de los protagonistas y europeísta convencida y militante, fue recibida con aplausos. Pedro Sánchez, que también ha debutado en Europa con buena acogida, sabía qué hacía cuando la colocó al frente de Economía y de la Comisión Delegada de Asuntos Económicos.

España ha dejado atrás la crisis, pero dependerá durante mucho tiempo de la Unión Europea y de los mercados. Por eso, es imprescindible cumplir los compromisos adquiridos, sobre todo en deuda y déficit, y el más inmediato es que el déficit baje del 3% este año, con el objetivo del 2,2% del PIB. La ministra, que ahora tiene toda la credibilidad en Europa, se ha comprometido a lo primero y lo segundo lo ha dejado más en el aire. «Es absolutamente prematuro» aventurar si se logrará, avanzó.

Magdalena Valerio, ministra de Trabajo, se estrenó en Europa al mismo tiempo que su compañera. Valerio, a diferencia de Calviño, sembró dudas porque cuestiona la reforma laboral y la de pensiones, que son dos de las tres grandes reformas de Rajoy –la tercera es la financiera– tan alabadas en la Unión Europea como criticadas por algunos en España. El resultado, no sin enormes sacrificios, es que España goza de una economía relativamente sólida, puesta como ejemplo por casi todos. Hace unos días, el siempre exigente Martin Wolf escribía en el Financial que España había hecho sus deberes y se preguntaba si Italia podrá hacerlo.

Calviño, al menos aparentemente, es una cara del Gobierno, y Valerio, otra. La primera será más popular en Europa, la segunda en España. El dilema de Sánchez es que es muy complicado conjugar la necesidad de cuadrar las cuentas, mantener promesas y atender deseos populares, como subir pensiones. Existe el recurso de aumentar impuestos, que llegará, pero también tiene costes importantes. Por eso Sánchez deberá decidir «si vamos a Rolex o a setas». En contraste con Zapatero, él sí sabe de economía y que nada es gratis, le guste o no a Pablo Iglesias.