Opinión
El lazo invisible
Muy mal haría Sánchez si no adivinara entre las patrañas del separatismo catalán sus ridículos. Y antes que sus ridículos, sus peligros. Me confieso harto y ahíto, como diría el Rey Alfonso de La venganza de Don Mendo, de tanto parchear y tanto pito. Eso, el lacito, la mentira, los presos políticos... El único preso político de nuestra democracia no lo fue por decisiones abusivas de un Gobierno. Lo encerró la Iglesia nacionalista vasca, con el permiso de la Conferencia Episcopal Española y la Compañía de Jesús. El padre jesuita Sagüés se atrevió a publicar en El Diario Vasco de San Sebastián un elegante, firme y duro texto criticando la impostura de su entonces obispo José María Setién. En su artículo se manifestaba escandalizado por la intolerable cordialidad del obispo con el entorno del terrorismo etarra y su distancia pastoral, cristiana y humana con las víctimas y los familiares de los asesinados y los heridos. Setién ordeno al padre Sagüés que recitificara y le pidiera perdón. El viejo jesuita se negó a hacerlo. Fue cuando Setién y su malvado vicario, el padre Pagola, citaron en el obispado de San Sebastián al Provincial de Loyola, creo recordar que el padre Echarte. Y le ordenaron que recluyera en el santuario ignaciano, en ese triste y cerrado valle que separa Azpeitia de Azcoitia, al anciano padre Sagüés. No se le permitió recibir visitas ni llamadas telefónicas. El huerto del santuario, que linda con la vía del tren de Zumárraga, acogía al padre Sagüés durante dos horas al día. El resto del tiempo lo ocupaba en el culto comunitario y la oración en su celda o la capilla de Ignacio. Jamás se desdijo. Una tarde de un domingo un amigo del padre Alba, aprovechando la ausencia de autoridades en Loyola, pudo conversar un par de horas con el padre Sagüés, ya con la muerte cercana. Le entregó una carpeta con papeles. Le contó que había sido condenado «a orar».- ¿Cómo me van a condenar a hacer lo que más me gusta y me llena, que es hablar con Dios? Me han condenado a otra cosa. A prisión perpetua-.
La inhumana Iglesia nacionalista de entonces, liderada por Setién y posteriormente por Uriarte, dictó cadena perpetua contra un anciano jesuita navarro que siempre estuvo del lado de la víctima, y no del asesino, del lado del sufriente y no del agresor. Hoy, cuando veo y leo los disparates que protagonizan algunos de los obispos catalanes separatistas, pienso en la figura del padre Sagüés, con la seguridad de que su castigo se repetirá con el primer sacerdote catalán que ose criticar al obispo de Solsona, por poner un ejemplo claro. No obstante, el padre Sagüés fue el más valiente, porque en aquel obispado donostiarra no se hacían gilipolleces con el lacito amarillo y demás majaderías. Se defendía desde el camuflaje de la Cruz a los verdugos y se despreciaba a los crucificados. Es lo que escribió el padre Sagüés y lo que le costó su libertad. Prisión permanente no revisable. Condena de por vida en Loyola. Vale.
La valiente respuesta pública y en directo del embajador Morenés al petimetre supremacista Torra en Washington contiene un mensaje infinitamente más contundente que el ridículo trocito de tela enlazado que portan los mentirosos y los tontos que se creen las mentiras en sus solapas. Morenés se ha referido a un lazo invisible que lleva en su corazón en homenaje a los millones de catalanes que viven con miedo en Cataluña. También en mi ánimo he colgado ese lazo invisible, tan lejano al ridículo. Millones, y han leído bien, de catalanes no separatistas viven, trabajan, estudian y se mueven por sus ciudades y pueblos con miedo. En Cataluña hay más comisarios políticos y chivatos que en Cuba. Un gesto, una palabra, una decisión pueden convertirse en delitos contra el Proceso Independentista. Todo viene de la dejación de los Gobiernos de España, que creyeron desde el principio de nuestra democracia, que evitar la confrontación de ideas y huir de la aplicación de las leyes era bueno para Cataluña en sus relaciones con el resto de España.
Todo está inventado, presidente Sánchez. Esos forajidos, golpistas, manipuladores, mentirosos, violentos, chantajistas y maleantes que conforman la macedonia de bilis del separatismo catalán, le engañarán las veces que sean precisas. Su cónsul Pablo Iglesias está inmerso y pringado en la pomada del odio. No se engañe. Permita que el sistema democrático fluya por sus tres poderes. No se inmiscuya. Y de ponerse un lazo, haga lo mismo que el embajador Morenés. Un lazo invisible por los millones de españoles que viven con miedo en Cataluña.
Usted ya me entiende, aunque no lo parezca.
✕
Accede a tu cuenta para comentar