Opinión
Andares
La manera de andar dice muchas cosas. En los movimientos, los gestos y los huesos está eso que es conocido como «tener clase». Todo se ajusta a la proporción y la naturalidad. Y no sólo sucede entre los seres humanos. He visto en el campo algún jabalí más elegante que un leopardo. El jabalí representa la mayor lejanía de lo hortera. Los versos populares de la paloma distinguida: «A un claro arroyo a beber/ vi bajar a una paloma./ Por no mojarse la cola,/ levantó el vuelo y se fue./ ¡Qué paloma tan señora!». Andar y moverse bien, en el momento oportuno, es muy importante. Lo dijo un Grande de España acostumbrado a pisar los suelos de las galerías y las alfombras de los salones del Palacio Real cuando lo habitaba Don Alfonso XIII. «Lo mejor del cerdo, la conversación y los andares». Sucede que para andar bien hay que elegir el instante. Y alguno no lo consigue.
Seguí con atención el partido de fútbol que disputaron los franceses y los argentinos en el Mundial de Rusia. En el fútbol, el impulso habitual y característico es el de correr. Y desde que el balón se movió del centro del campo, asistí pasmado a un espectáculo irregular. Los porteros esperaban detenidos y expectantes bajo el travesaño de sus porterías. Diecinueve jugadores corrían, y uno, tan sólo uno, andaba. Anduvo mucho durante el partido. Un sobrino me preguntó: –Tío, ¿ y ése porqué no corre?–. La ignorancia de la infancia. –«Porque es Messi. Messi es tan bueno que no necesita correr. Messi gana andando mientras los demás corren. Por cada paso que se esfuerza en culminar ingresa centenares de miles de euros en su cuenta. Por eso es adorado». Messi no es cazador de rececho, sino de aguardo. Mucho más lince que león. El león, o mejor escrito, la leona, espera el momento y salta hacia su presa con todas sus fuerzas, calculando tiempo y distancia. El león observa, y si la leona culmina con éxito su ataque, el león se aproxima a la cazadora y la víctima, emite un rugido, y se come el mejor solomillo de la cebra, del impala o de la gacela de Thompson. No existe la igualdad de género en el mundo animal. Y tampoco en el futbolístico. El que anda cobra más que todos los que corren, y para colmo disfruta de los elogios encendidos de los que entienden de eso, de fútbol quiero decir.
Messi anda bien, con clase. Cuando corre, que en determinados momentos del partido está obligado a ello, causa pavor a sus contrarios, pero se trata de un terror pasajero, efímero. Retoma su elegante paseo al momento. Un paseo rebosado de romántica melancolía. Como la paloma que renunció a beber del claro arroyo por no mojarse la cola, Messi rechaza la compañía del sudor, tan ordinario. Messi anda en nombre de su nación, y su nación se siente orgullosa de sus andares. En un Mundial de fútbol pasan esas cosas.
Con el frío corre más. Rusia en verano es más caliente que una dehesa en La Parrilla, inmediata a Talavera de la Reina. Lo he vivido y lo confirmo. Los tres golpes de calor más brutales que ha experimentado mi cuerpo tuvieron lugar en Viena, en Praga y en Moscú. En Moscú, en los años comunistas de Leónidas Brezhnev. Además del calor, aquella inmensa y extravagante ciudad circular, olía a berza. Los «koljoses» decidieron que aquel año lo más recomendable era la berza, y todos los soviéticos aceptaron con elegancia y resignación la cosecha de los «koljoses». Ahora Rusia es Rusia y no la URSS comunista, y Moscú en verano no huele a berza, sino a sorpresa. Messi juega en España durante el invierno, y el frío le recomienda menos paseos sobre el campo. En España corre, y para desgracia de muchos, corre bastante. Pero llega el verano, cambia la camiseta de su club por la albiceleste argentina, y pierde impulso. Parece desorientado en su nuevo territorio. Se le escapan las presas y los balones tienen que llegarle medidos a la bota para que él se digne contribuir al juego. Para mí, que le han dicho que es mejor andando que todos los demás corriendo y se lo ha tomado en serio.
Retomo sus andares. En el equipo contrario, la Selección de Francia, jugaban unos descendientes de africanos que corrían como antílopes. Logicamente, un antílope corriendo tiene más posibilidades de llegar al área contraria que un semidiós andando. Y es lo que sucedió. Que Argentina lloró una vez más al verse irremediablemente eliminada de otro Mundial a pesar de tener en su equipo al mejor del mundo. Del mundo que anda pero no corre. Pero como dijo Helenio Herrera, «en el fútbol lo prioritario es correr, y si después se sabe sacar rendimiento a ese esfuerzo, miel sobre hojuelas».
Y Helenio Herrera era argentino y francés.
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