Opinión
Intimísimos
Se hablan mucho. Un día sí y el otro también. Uno es un potentado inversor en parcelas de lujo, otro es un cobarde huido de la Justicia y el tercero, un terrorista. No existe la figura del exterrorista. El objetivo de los tres es derribar la Institución que garantiza la unidad de España. Me refiero a la Corona. Hay otros dos actores que están informados de las operaciones al día. El «okupa» de la agenda cultural en Castellón y el callado financiero de la conspiración, el multimillonario Soros, uno de los primeros visitantes del forofo de The Killers.
La figura del Rey Juan Carlos tiene para ellos el mismo valor que los restos de Franco en el Valle de los Caídos. La excusa. Don Juan Carlos es la excusa para derribar la Monarquía y los huesos de Franco la justificación para derribar la Cruz. Los socios del repulsivo derrochador del dinero público y supremo hortera, abominan de España. Ha sido cesado el Embajador de España en Washington, Pedro Morenés, por defender a su nación y poner en ridículo a los separatistas catalanes. Por cumplir estrictamente con su deber. Se lo ha exigido Chistorra al del avión. Piden mucho los separatistas catalanes. Para desnaturalizar España, Jordi Pujol, el maleante principal y primer ladrón del Principado, le exigió a Aznar la supresión del Servicio Militar, entretejido que unía a todos los jóvenes españoles durante un año sin distinciones ni privilegios. Y Aznar, de nuevo viandante por la calle Génova, lo suspendió. Faltaría más. Tan grave como aquello es acceder a la exigencia de un golpista de cesar a un embajador de España por representar a España y al Rey con dignidad y valentía. Pero vamos con la conspiración.
Los partidos que se resumen en el odio a España y que son los que sostienen al Gobierno del insecto volador han pedido la creación de una Comisión de Investigación parlamentaria sobre – más bien, contra-, el Rey Don Juan Carlos, al que todos deben su libertad. Podemos, ERC, PDeCAT – o como ahora se llame-, Compromís, los proetarras de Bildu y un PNV que siempre cauteloso, cínico y cobarde, se ha unido a última hora a la farsa. Buscan la culpa del Rey escudándose en las declaraciones e indiscreciones de una libélula con bótox que carece de toda credibilidad. El Rey Don Juan Carlos es la excusa. La Corona, el objetivo. No tienen munición válida para tumbar a Felipe VI y algún episodio atribuido y no probado ni documentado a Don Juan Carlos I les sirve de coartada. El español, por muy republicano que sea, sabe que la Corona es el nexo de todos los territorios que conforman la nación española. Se fusionan separatistas y estalinistas para cumplir con su objetivo, y exceptuando la valiente declaración de Casado en su primera intervención como presidente del PP, los partidos civilizados permanecen en silencio.
El Rey Juan Carlos puede sentirse molesto, ocupado, o injustamente tratado y reconocido. Va en el sueldo. Pero no creo extralimitarme si advierto a los que dan puntadas sin hilo ni aguja, que los tiene cuadrados. Sí, ya lo sé, una expresión machista y fuera de lugar, pero es frase que se dice y repite un millón de veces al día en el lenguaje libre de la Real Calle, que es como la Real Academia pero sin tiquismiquis ni injerencias egabrenses. Que ya lo he contado y lo repito, porque me divierte. José Solís Ruiz, natural de Cabra, ministro y falangista, impulsor de la desaparición de la enseñanza del Griego y el Latín en los planes de estudio, exclamó en las Cortes Españolas, que así se llamaba el Congreso de los Diputados: «¡Menoz latín y máz deporte!». Y Adolfo Muñoz Alonso, murciano sabio y muy antipático, le respondió desde su escaño: «No se ponga tan farruco, señor ministro, con el latín, porque gracias al latín, ustedes los de Cabra, se llaman egabrenses».
En fin, que la Comisión de Investigación de los traidores –con el PSOE de la minoría absoluta siempre de perfil-, no va a investigar nada, y si lo hace, va a encontrar muy poco. Lo más, el testimonio de una vividora profesional. Con la unidad de España y la Institución que garantiza su permanencia, no se juega. No todos somos como Pilar Urbano, la santa. Los españoles saben que el período de libertad y prosperidad que la Corona ha protagonizado en España, nos ha colocado, a pesar de muchos españoles, en un lugar de privilegio en el respeto del mundo libre. Y el nombre que adquiere más importancia en ese período es el del Rey Juan Carlos I, al que deseo tan larga vida como humana paciencia.
Hoy me ha salido muy bien el temblor diario.
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