Opinión

Con el enemigo

Ceuta y Melilla son fronteras. Límite de España y Europa con Marruecos y África. En Ceuta, el asalto programado de centenares de «pobres inmigrantes». Los «pobres inmigrantes» armados de piedras, objetos contundentes, cal viva, palos y toda suerte de artilugios para sembrar de amor y sonrisas las arenas del Islam. Oculto detrás de los golpes, el interés del multimillonario Soros que desea obligarnos a los europeos a ser acompañados, posiblemente insultados, probablemente violados y culturalmente deshabitados por cien millones de invasores. Siempre hay un ricachón detrás del hambre, la necesidad, la desesperanza y la muerte. Soros, el primer visitante a La Moncloa ocupada por el mirlo volador. Los mirlos vuelan todos. Y las mirlas. Lo gritaba un feriante en Jerez, en plena feria. -¡ Mirlos, mirlas, los mejores mirlos y mirlas de España. El mirlo a diez euros, la mirla, a diez euros, mirlos, mirlas!-. Y el ingenuo comprador: -Sírvame una mirla, por favor-; -ahora mismo elijo la mejor mirla de la caja. Aquí tiene la mirla.-; -yo los veo todos iguales, ¿cómo sabe distinguir a un mirlo de una mirla? ; -muy sencillo. Toma usted al pájaro con mucho mimo y le acaricia el buche a favor del plumaje. Si el pájaro se pone contento, es un mirlo. Si se pone contenta, es una mirla».

Mirlos de La Moncloa, mirlos, mirlas. Pájaros de cuenta.

Más de veinte agentes del orden destinados a vigilar las fronteras metálicas han sido agredidos y heridos por los «pobres y necesitados inmigrantes». Palos a manta, organización estratégica de invasión, ataque y resistencia. Veinte leales defensores del orden y la ley entre guardias civiles y policías nacionales, heridos de consideración. -Que nadie se atreva a responder los ataques que se enfada el mirlo-. Y en efecto, el mirlo ha pedido amparo y comprensión para los invasores agresores, y no se ha interesado por la salud y el estado de ánimo de sus agentes heridos. El mirlo es de izquierdas, como la mirla, y los mirlos de la izquierda no soportan a los guardias civiles ni a los policías nacionales. El decepcionante Marlaska tampoco se ha interesado por los suyos, pero ha recomendado a los centros de acogida amor y tolerancia con los invasores. Porque no han sido unos inocentes inmigrantes los que han ocupado Ceuta. Se trató de un comando perfectamente adiestrado y preparado para conquistar una plaza con métodos bélicos cuyos defensores tienen la orden de entregarse al enemigo. Y Europa, también, de perfil, mirando hacia Italia, y una buena parte, de acuerdo con ella.

A mí, personalmente, lo que me afecta es que pasadas las 48 horas del ataque fronterizo, el mirlo, que tanto vuela en aviones militares para disfrutar de los conciertos horteras que elige la mirla, no haya embarcado en ningún helicóptero o ferry de los que cruzan el Estrecho para visitar a sus guardias y policías heridos. Para darles ánimo a ellos, no a los que fueron los causantes de sus heridas. Y para agradecerles sus heridas en nombre de todos los españoles como centinelas de la frontera de la civilización occidental y las ocultas y variopintas fuerzas bélicas al mando del millonario Soros, el que visita a los mirlos de la Moncloa.

España tiene un grave problema. Unas leyes extravagantes e injustas que establecen los diferentes valores de los votos ciudadanos. El voto de un castellano, un andaluz o un valenciano tiene una repercusión cuatro veces menor que el de un catalán o un vasco. El voto de un catalán o de un vasco que odian a España vale cuatro veces más que el de un español que moriría por defenderla. Y sumando a los estalinistas de Podemos los votos de los privilegiados, tenemos un mirlo y una mirla en La Moncloa, iguales en sus ambiciones, sus resentimientos y su desfachatez.

España es fuerte. Resistirá. Y algún día se hará respetar en sus fronteras con el Magreb. El día que el Gobierno apoye sin reservas a quienes las guardan, y no a quienes las violan. Esta pesadilla pasará pronto, porque no parecen tener los mirlos mucha consistencia en sus vuelos.Y cuando el mirlo y la mirla abandonen los jardines de Eugenia de Montijo y recuperen sus jarrones de flores artificiales, todo iniciará su cambio.

Un presidente que desprecia a los que lo protegen es un despreciable.