Opinión

Nadie es más que nadie

El respeto al orden establecido y en especial al sistema de justicia y sus decisiones es un requisito básico de un sistema que se basa en la pacifica convivencia y sometimiento a la ley, y en especial, a las consecuencias de su incumplimiento. El principio de legalidad o primacía de la ley es un principio fundamental, conforme al cual todo ejercicio de un poder público, así como ciertos actos de los ciudadanos, deben realizarse acorde a la ley vigente y no a la voluntad de las personas. Si no nos creemos esto, el sistema democrático basado en la igualdad de derechos y deberes, así como el respeto a la dignidad de las personas, está abocado al fracaso, y lo que es peor, dirigidos a una inevitable implosión del sistema. La frivolidad con la que algunos se toman el respeto a las decisiones judiciales es alarmante, pareciera que el sometimiento a la ley solo rige para unos y no para otros, porque todo parece depender de la ideología que se cree imperante, de tal suerte que cuando alguien trasgrede la ley en aras de un pretendido bien superior, las consecuencias legales que tal transgresión acarrea se convierten en injustas, y quien tiene la obligación de imponerlas, en una especie de insensible tirano.

El problema no lo genera un caso concreto, todas las decisiones judiciales pueden y deben estar sometidas a la critica social; el problema se produce cuando desde ámbitos de responsabilidad pública se trasmite a la ciudadanía que cumplir con la ley depende del ámbito de libertad de cada uno, y especialmente de su entorno ideológico, donde algunos pueden hacer lo que les de la gana siempre que lo hagan en el ejercicio de alguna especial sensibilidad políticamente correcta.

Contra la violencia de género estamos todos, como lo estamos contra la violencia en general, mas la mera alegación de algo, como puede ser el feminismo, no puede justificar incumplimiento alguno de la ley, porque al final estaremos justificando las vías de hecho, y esto nos lleva al imperio del más fuerte, y el más fuerte es el extremista ideológico en un sistema que le permite sus esperpentos, pero esto dura lo que tardan otros extremistas en eliminar tal privilegio. Causa desaliento ver como los que están obligados a responder están de vacaciones.