Opinión

Sánchez: Un límite de 90 semanas

Pedro Sánchez impone los tiempos. El Gobierno, casi recién estrenado, tendrá pocas vacaciones. El presidente quiere a casi todos de guardia más o menos activa. Asistirá, junto con el rey Felipe VI, el 17 de agosto en Barcelona, a los actos del primer aniversario de los atentados yihadistas de Barcelona y Cambrils. Luego, el lunes 20, estará en su despacho en la Moncloa y quiere a todo el mundo en su puesto. Sánchez y su equipo piensan en semanas y tienen un límite, quizá inalcanzable, de 90, que llega a marzo de 2020. Es la fehca soñada por el inquilino de la Moncloa para celebrar las elecciones, pero es muy improbable que, con 84 diputados, pueda resistir hasta entonces.

Pedro Sánchez está empeñado en elaborar y presentar los Presupuestos Generales del Estado para 2019. Si no logra sacarlos adelante, su estrategia es responsabilizar a todos, a su izquierda y a su derecha, de poner en peligro conquistas sociales, subidas de pensiones incluidas. Los Presupuestos, en cualquier caso, son instrumentales para Sánchez, y con ellos o sin ellos esperará el momento que más le convenga para convocar las elecciones. Los planes del presidente –lo que no significa que no puedan torcerse– descartan adelantar la cita con las urnas para que gane el PSOE, pero que se quede alrededor de 120 diputados y sin que esté claro que resultado obtendríán Podemos a su izquierda y Ciudadanos a su derecha y de quién dependería para gobernar. «Para tener 110 ó 120 diputados es mejor quedarnos como estamos», se puede escuchar en la Moncloa.

El líder del PSOE pretende –hasta donde es posible en política– estirar la legislatura hasta que tenga posibilidades reales de conseguir entre 140 y 150 diputados, una situación parlamentaria que cree que le permitiría formar un Gobierno con suficiente estabilidad para tres o cuatro años. Pedro Sánchez, sin embargo, no se confía y, por eso, programa su calendario en semanas y apenas quedan ocho semanas –un suspiro– para que se despeje la incógnita presupuestario. Unas pocas semanas después llegarán las elecciones andaluzas y, quizá al mismo tiempo, el juicio de Oriol Junqueras y los demás independentistas, con Puigdemont fugado en Bruselas. Es algo así como la versión politica del famoso «partido a partido» del Cholo Simeone, un tempo también semanal. Y en el caso de Sánchez, el límite, tan soñado como casi seguro inalcanzable, son 90 semanas.