Opinión
La solución
Aunque su silla carísima, su sitio, su lugar que se mueve, se lo hayamos pagado todos los españoles a cambio de su fraude a la Seguridad Social, Echenique es argentino. En muchas ocasiones he escrito de Argentina, de mi amor por aquella nación prodigiosa y la repulsa que experimento cuando los argentinos salen ranas y nos mandan lo peor. También lo mejor, como el profesor Rodríguez-Braun, por ejemplo, ilustre colaborador de LA RAZÓN. Por desgracia, de los argentinos con notoriedad que hemos recibido en los últimos decenios, muy pocos superan el aprobado raso.
Argentina, ese pasmo, no es sólo un paraíso poblado por descendientes de españoles e italianos. También es alemán, judío, turco, y un algo francés. El argentino, se apellide Fernández, Rossatto, Hendenberg, Dayan, Krafú o Poirot, coincide con un imposible arreglo en su tornatrás. Le habría encantado ser inglés y no haberse visto obligado a emigrar y buscar la aventura de América. Las grandes estancias del buen gusto y la riqueza argentina se han construido en La Pampa, en Córdoba, en Salta, en La Plata, en Santiago del Estero o en Jujuy con inspiración colonial británica, si bien en Salta, en el Chaco, Misiones y la gran vena del Paraná, España predomina y prevalece.
Argentina es un granero fabuloso de grandes médicos y científicos, juristas, investigadores, empresarios, escritores, sociólogos y algún que otro futbolista, como el insuperable don Alfredo Di Stéfano, porteño de raíces italianas y francesas. Y Argentina cuenta con los poetas rurales y los autores y guitarreros con más arte, armonía y sensibilidad de Latinoamérica, que es como gustaba llamarla Foxá, «para compartir culpas y responsabilidades». Eso sí, está demostrado que el argentino que nace prepotente, falso, trascendente y cretino, es insuperable en su prepotencia, falsedad, intrascendencia y estupidez. Ese argentino como Lupi no es una invención ni una caricatura. Existe. Para compensar, están los grandes argentinos que trabajan todos los días para salvar a su gran nación de la metástasis peronista. De su último cáncer. El tumor Kirchner.
Para felicidad de los argentinos que en su Patria viven, ni Echenique, ni Pisarello, ni Ekaizer, ni la monja coñazo, comparten con ellos su vida. Y su sociedad, que en ocasiones parece mansa y apesebrada, es una sociedad mucho más culta en general que la española y con los principios y los valores muy hondamente establecidos en sus conciencias. El Senado argentino ha votado en contra de la aprobación por el Congreso de la nueva Ley del Aborto, tumbando las aspiraciones de los verdes y los infanticidas de seres humanos indefensos. Recuerdo aún la sabia reflexión de Bibiana Aído acerca de los embarazos. «El feto de una jirafa, lógicamente, es una jirafa, pero el feto de un ser humano no es un ser humano, sino un feto».
Lo cierto es que una muchedumbre de argentinos celebró en la calle la votación de sus senadores. Pero la democracia es complicada de asumir por algunos. El motorizado por los impuestos españoles, Echenique, se ha mostrado indignado con el resultado democrático del Senado argentino: «El Senado Argentino vota a favor de seguir en la edad media. ¡Qué asco y qué vergüenza! Sin embargo, nada va a parar a las mujeres movilizadas por sus derechos. Ni fundamentos religiosos, ni pablos casados»... Este Echenique está obsesionado con Pablo Casado, que nada ha tenido que ver con la decisión adoptada por el Senado Argentino. Lo decía el gran Mingote: «En asuntos de amores y braguetas/ nunca opines ni te metas».
Le brindo a Echenique la solución. Vuelva a Argentina y defienda sus ideas o sus infanticidios de «nasciturus» en su país. Argentina necesita más argentinos, no más depósitos de huesos y sueños de niños asesinados. Regrese a Argentina. Le garantizo que defenderé su derecho –aunque no lo tenga–, de llevarse la silla milagrosa y millonaria. Dentro del peronismo, y con ayuda de Maradona, funde «Podemos Boca». Preséntese a las elecciones e intente triunfar en las urnas. Y reste allá, para siempre, en el casi imposible Gobierno o en la dura Oposición. Salve a Argentina de la Edad Media –es con mayúsculas, Echenique–, y olvídese de la Edad Media que asesina sin juzgar a los homosexuales por el mero hecho de serlo. Sí, Echenique, la Edad Media iraní que financia todavía a Podemos. Y olvídese de los «pablos casados», que está usted muy reticente en las menciones y algunos pueden principiar a pensar lo que no es.
Pero al menos, gracias al Senado de Argentina, hasta que usted vuelva, crecerán decenas de miles de niños argentinos que estaban condenados a no ver la luz.
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