Opinión
Mariposas
no entiendo mucho de mariposas. Es más, me animo a reconocerlo. No entiendo absolutamente nada. Distingo las aves y los pájaros, y de muchas especies conozco su denominación latina. También de los mamíferos. Pero los peces y los insectos se me atragantan. Y de la mariposa sólo me atrevo a asegurar lo que saben hasta los niños recién nacidos. Que se trata de un insecto lepidóptero. Las hay austeras, de gran belleza y mayor tamaño, y más discretas y confiadas. Son primas hermanas de las polillas, ese asco de bichos. Y la más hermosa que puede aparecer entre las flores de un jardín español es la «Papilyo Machaon», una mariposa espectacular de vida efímera. En plenitud, y según me informa mi asesor en lepidópteros, sólo tiene un día de vida. A partir de ahora, y de acuerdo con los naturalistas y científicos lepidopterólogos, la bellísima mariposa «Papilyo Machaon» recibirá un nuevo nombre. La mariposa Begoña, en latín «begonnia africanae», por su trabajo en el Instituto de Empresa y el efímero valor de la noticia de su vergonzosa contratación. Veinticuatro horas, como la vida de un lepidóptero.
He leído los periódicos, y la noticia ha desaparecido por encanto. En los informativos y las tertulias políticas y guarrindongas de las diferentes cadenas de televisión, sigue el debate acerca de la poco presumible imparcialidad de la juez de Podemos que quiere empapelar a Pablo Casado. Pero del «África Center» de Begoña, ni mú. Y en la TVE de Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, la cautiva Rosa María Mateo, lo ha dejado claro. El que se atreva a remover el asunto de Bego, que se ate los machos.
Se trata de un sistema cómodo. Por un lado, el poder político que mantiene los presupuestos de las cadenas de televisión públicas y privadas lo ha anunciado. «Si sale lo de Begoña, ni un euro». El poder social y empresarial de los propietarios del Instituto de Empresa, de muy penetrante poder en la sociedad española. «Si sale lo de Begoña, a la próxima montería vas a venir de perro», y sé lo que me digo. Y los medios de comunicación impresos, que andan casi todos ellos con el agua al cuello, han encontrado la solución a sus problemas. «Olvidaos de Begoña». Hasta los medios de comunicación que dependen de la Iglesia han sido constructivos y misericordiosos: «Si algo hay que afear a Begoña, rezad por ella, pero nada más». Y así estamos.
Esta contratación sería un escándalo en cualquier país serio, y ahora mismo la agraciada habría renunciado al enchufe, el marido de la agraciada pedido perdón públicamente, la empresa colaboradora con la cercanía del soborno, investigada, y los medios de comunicación, libres y sin ataduras, cumpliendo con su deber, es decir, cumpliendo con su obligación de informar a los ciudadanos. Pero aquí, si no hay manera de trincar a un peso pesado del PP, los escándalos y la corrupción, viven el mismo tiempo que la «Papilyo Machaon». Veinticuatro horas.
No importa ya el «Africa Center», ni el trabajo diseñado para la mujer del urgido presidente del Gobierno, ni la documentación requerida para acceder al puesto de trabajo, ni la información correspondiente al montante de su remuneración, ni si el sueldo proviene de la brillante explotación privada del IE o de las subvenciones públicas que recibe como si se tratara de financiar la película de las «13 Rosas». Subvenciones que seguirán alimentando al magnífico centro y estupendo negocio, porque el jefe de las subvenciones no va a poner en peligro el trabajo de su mujer, que menudo chollo.
Pero ya no importa. A nadie le importa. No interesa. Con el «máster» de Pablo Casado y los incendios en el Algarve portugués tenemos contento al personal. Creo que el Real Madrid ha contratado –como el marqués de la Romana a Begoña Gómez–, al belga Courtois muy generosamente. Y que en Cataluña se la quieren montar los paletos al Rey. Con eso basta y sobra. Señores del periodismo de una nación libre y un Estado de Derecho que defiende la libertad: Como sigan con lo de Begoña, agárrense, que vienen curvas. Los de Podemos no acostumbran a ser tolerantes con los medios críticos, y ya son los dueños de Televisión Española. Y es que, como dijo Rajoy en su despedida, «Dejo una España mucho mejor de la que me encontré».
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