Opinión

La demagogia y la inmigración

Los desplazamientos y cambios de residencia de grupos humanos de unas zonas a otras han sido constantes desde la prehistoria bajo la forma de nomadismos, invasiones, peregrinajes, expediciones comerciales y colonizaciones. Todas ellas han construido el mundo que hoy conocemos. Paradójicamente la primera gran migración que se conoce fue la que sacó de su patria originaria en África a nuestros ancestros, el homo ergaster, para expandirse por el mundo. Con el surgimiento de los Estados y del concepto de ciudadanía distinguimos entre inmigración regular o irregular según el migrante cumpla o no las normas de inmigración del país al que accede. España es el décimo país del planeta que más inmigrantes tiene en números absolutos por detrás de países como Estados Unidos, Rusia, Alemania, etc., si bien la inmigración en nuestro país es muy reciente y así destaca que en los cinco años posteriores al año 2000 la población extranjera multiplicó por cuatro, asentándose en el país casi tres millones de nuevos habitantes. Por el contrario, España en términos absolutos es un país poco poblado, cuya densidad es muy baja, hay zonas como por ejemplo los Montes Universales que aglutinan municipios de Castilla y León, Aragón y Castilla-La Mancha, cuya densidad de población es inferior a la del círculo polar ártico, con menos de 8 personas por kilómetro cuadrado. Paradójicamente nos encontramos con otro fenómeno muy español y es que, si bien tenemos una densidad de población de 93 personas por kilómetro cuadrado, la casi totalidad de la población española vive en un 13 por ciento de la superficie, lo cual genera en una sensación de superpoblación en esas zonas, esto es, en términos del profesor Alistar Rae, tenemos una alta densidad vivida. Parece pues que nos encontramos en el mismo país con un problema de superpoblación, a la vez de despoblación y una fuerte presión migratoria. Todo ello debería animar a nuestros responsables políticos a estudiar la situación en toda su extensión, puesto que, aunque conceptos como densidad, población e inmigración son diferentes, tienen una innegable interrelación entre sí. Se debería intentar una reflexión de futuro como país, siendo requerida una auténtica política de Estado en la que nadie intente ser el campeón de la solidaridad o de la seguridad y el bienestar. La demagogia no arregla nada.