Opinión

Frontera

Estos días de agosto he comprado un par de vuelos baratos para ir a las repúblicas Bálticas, al Noreste de Europa, y a Suiza, que se encuentra en el corazón de Europa, pero no pertenece a la Unión Europea. Las bálticas son soberanas e independientes (de la antigua URRS) desde el año 1990. Suiza ha hecho de su independencia histórica todo un carácter y un destino. Pero resulta sorprendente cómo están evolucionando las fronteras en el viejo continente. El espacio Schengen las ha abolido en 26 países. Incluso Suiza ha claudicado: desmantelando las fronteras que mantenía con sus vecinos; ahora, los europeos pueden circular libremente por la antaño autónoma, esmerada, ensimismada y neutral Suiza. Lógicamente, la presión migratoria, que hace un par de décadas ya era alta, ha aumentado en Suiza.

Mientras, las bálticas no parecen tener ese problema: sus ciudadanos se sienten más preocupados y concernidos por todo lo que atañe a Rusia que por la masa migrante que circula en suelo europeo, cada vez más numerosa y anhelante. Pensándolo con la conciencia y las entrañas, que es la forma espontánea que tiene cualquier ciudadano decente de aproximarse al problema de las migraciones contemporáneas, una piensa que no deberían existir fronteras en el mundo. (Ése sí es un bonito sueño). Porque la gran tragedia del siglo XXI, hasta ahora, son los movimientos migratorios que van de África hacia Europa. A pesar de que África no quepa en Europa. Pero, ¿qué supondría llevar a la práctica esa utopía humanista de suprimir las fronteras?

Probablemente, y sin errar mucho, el mundo viviría sumido en, al menos, dos siglos de guerras, violencia estructural, caos y miseria. Porque, hasta hoy, hemos conseguido hacer circular por el globo materias primas, manufacturas, cosas... y eso ha enriquecido al planeta entero, todos se han beneficiado de alguna manera, más o menos, de la (relativa) ausencia de fronteras para el comercio. Sin embargo, no hemos logrado hacer lo mismo con los seres humanos. Suiza ha borrado del mapa sus fronteras porque ha preferido pertenecer al mundo que privarse de las ventajas de vivir en comunidad. A las bálticas aún no llegan masivamente migrantes. Pero incluso las antiguas fronteras de esos países eran distintas a las de España que es, por sí misma, siempre una frontera.