Opinión
Fotos con el ídolo
Su Gracia, el Honorable duque de Bedford, acumuló deudas por mantener en buenas condiciones su formidable castillo de Surrey. Coincidió su peor momento con una especie de Montoro inglés, un ministro del Tesoro que no tenía al duque en su círculo de amistades. Bedford sabía que el ministro, el Montoro inglés, era socio de una empresa que adeudaba al Tesoro de Su Majestad más de 30.000.000 de libras esterlinas. Ordenó a su cadena de subordinados que eliminaran el apunte contable. Los que se opusieron, fueron fulminados y descendidos de rango y responsabilidades. Bedford visitó al ministro prevaricador y tramposo, y le propuso un plan de pagos, jamás una amnistía fiscal y menos aún un favor ajeno a la luz pública. El Montoro inglés, que ya había salvado los muebles de su empresa asociada, se negó en rotundo. –Tiene Su Gracia un gran mérito, porque ha sabido conservar en perfecto estado el castillo que heredó de sus antepasados. Pero lo siento. Las deudas con Hacienda se pagan-. Bedford, siempre educado, se irguió, le sostuvo la mirada al ministro tramposo y se despidió con acero. – Pagaré al Tesoro lo que debo por mantener el patrimonio arquitectónico y artístico del Reino Unido. No soy un vulgar aprovechado. Pero permítame decirle, señor ministro, que esta noche en mi club todos los socios sabrán que es usted un perfecto sinvergüenza.
Y Bedford tuvo una feliz idea. Consiguió incluir a su castillo entre los monumentos que se visitaban en las rutas turísticas de los visitantes norteamericanos por el sur de Inglaterra y sus entornos. El castillo, el parque, la pinacoteca, la biblioteca y otros aposentos merecían la pena. Un Rotchild neoyorquino le ofreció una fortuna por la totalidad de su biblioteca, y Bedford se resistió. «Entienda, señor Rotchild, que un duque inglés se oponga a vender la sabiduría acumulada por sus ancestros durante cinco siglos-. Y Bedford estableció tres categorías de visitantes. 1/: Visitantes con derecho a castillo y parque. 15 libras esterlinas; 2/ Visitantes con derecho a castillo, parque y estrechar la mano del duque en la biblioteca, 40 libras esterlinas. 3/ Visitantes con derecho a castillo, parque, saludo al duque en la biblioteca y posibilidad de intercambiar con Su Gracia una breve conversación acerca del mal tiempo reinante en la zona: 100 libras esterlinas. En los días soleados, en lugar del mal tiempo la breve conversación se ceñiría a reseñar las diferencias entre el zorro rojo y el zorro gris. Y Bedford se pasó saludando a decenas de miles de norteamericanos durante diez años, se hizo de oro, pagó las deudas, se compró una casa en May Fair y canceló las visitas al hogar de sus antepasados. Su venganza se la sirvió fría. El exministro de Hacienda optó al ingreso en su club, y el duque le puso el veto con la bola negra.
Nuestro nuevo Bedford, de características diferentes, es el simpar presidente de la Comunidad de Cantabria, don Miguel Ángel Revilla. El mensaje-oferta-invitación que ha colgado en las redes sociales no tiene desperdicio. Bajo su sugerente imagen, el texto que sigue: «Ante la petición de mucha gente que está en Cantabria, y que quiere verme y hacerse una foto, el próximo domingo 19 (se refiere al 19 de agosto, claro), estaré desde las 9 de la mañana en mi despacho hasta las 13 horas atendiéndoles (Calle Peña Herbosa 29, junto a Puerto Chico). Puertas abiertas».
Se da una diferencia sustancial entre el duque de Bedford y el presidente Revilla. El primero, para satisfacer sus deudas, cobraba a sus visitantes, en tanto que el segundo, lo hace desinteresadamente, dando muestras de una hidalga y arraigada generosidad. No es fácil lo que ofrece y lo que promete. Y creo que alguna cadena de televisión haría bien en retransmitir en directo el gran acontecimiento político-social que tendrá lugar el próximo domingo en Peña Herbosa 29, junto a Puerto Chico, Santander.
Hay gestos políticos tan rebosados de sencillez y humanidad –como el de Revilla-, que merecen la inmortalidad de sus imágenes.
Yo, de momento, me pincho y no sangro.
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