Opinión

Iniciativa privada

El próximo miércoles, Fernando Andrada-Vanderwilde cede la presidencia de la Fundación «Águila Imperial-Lince Ibérico». Su labor ha sido extraordinaria. De la referida fundación son socios centenares de propietarios de campos y cotos de caza que han invertido generosamente tiempo, esfuerzo y mucho dinero en el mantenimiento de estas dos especies emblemáticas de nuestra naturaleza, que estuvieron a medio paso de la extinción. En «El Horcajuelo», término de Ándujar, hace veinte años, su propietario atendió la demanda de la Junta de Andalucía de prestar su ayuda a la conservación de una pareja de linces avistada en su finca. Hoy, en «El Horcajuelo» viven dieciocho o veinte ejemplares, y sólo uno de ellos soporta la tortura ecologista del collar detector. El resto ha nacido en sus dehesas movidas y montes cerrados del Cerro del Moro en plena libertad, y aumenta cada año la gran familia. Si un propietario de una pequeña parte de Sierra Morena, con una guardería ejemplar al mando de Emilio Higueras, ha conseguido semejante milagro, hay que ser optimista con la recuperación y asentamiento del lince ibérico en la romántica sierra de los poetas y los bandoleros. Y lo mismo sucede con el Águila Imperial, que en las fincas privadas ha multiplicado por cinco su presencia. Magnífica labor de un hombre que ha reunido en su entorno a la propiedad privada para llevar a cabo su formidable obra.

En Asturias, Cantabria, León y Palencia, son los parques nacionales y reservas de caza autonómicas los organismos que han alcanzado su fines. El aumento de las poblaciones del oso ibérico cantábrico, del que existen muchos más ejemplares que los reconocidos públicamente con objeto de que no mengüen las ayudas estatales y europeas. Me revelaba a principios de agosto un jefe de la Guardia Civil adscrito al Seprona, que en Liébana se ha desarrollado de tal manera la especie, que no descarta un accidente en un próximo futuro, el encuentro de una osa con sus oseznos con uno de los miles de grupos de senderistas que recorren la maravilla de Liébana todas las primaveras y veranos. Y el lobo, el cuarto mito de nuestros campos abiertos, pieza cinegética con permisos especiales río Duero arriba, ya ha ocupado el sur de Castilla-León y el norte de Madrid, así como la castellano manchega provincia de Guadalajara. Segovia, Ávila, Guadalajara, Somosierra y el parque nacional de la Sierra del Guadarrama son espacios recuperados por el fantástico y sanguinario lobo, agudizando la eterna discusión entre ecologistas, conservacionistas, tontosnaturalistas, cazadores y sobre todo, afligidos ganaderos. La caza no extermina. La caza mantiene la especie en el número preciso y necesario para garantizar la supervivencia del lobo y responder económicamente a paliar la ruina de los ganaderos. Del número de manadas de lobos en España, también se miente y mucho, por debajo de la realidad.

Pero el gran triunfo, con la ayuda pública precisa pero llevando el gran peso de la hazaña a la iniciativa privada, corresponde a esta Fundación fundada y presidida por Fernando Andrada, a cuya llamada han respondido, sin apenas excepciones, todos los propietarios de fincas con presencia de linces o de águilas imperiales. La extinción de una especie equivale al incendio de un museo de arte, como el reciente de Río de Janeiro. El lince y el águila imperial han estado al borde del abismo. Las enfermedades del conejo, fundamental en la dieta del lince, llevó a nuestro gran felino a la casi segura extinción. Por otro lado, los atropellos en las rotondas y carreteras. El lince es bellísimo, pero también necio. Se sabe intocable y cruza los caminos sin prudencia alguna. Linces atropellados en los entornos de su enclave más sureño, el Coto de Doñana, se cuentan a decenas.

Sea despedido con gratitud y honor quien tuvo la iniciativa de crear la Fundación y comprometer a centenares de generosidades privadas. Esta insistencia en la iniciativa privada como valor primordial en la recuperación del lince y el águila imperial, molesta mucho a los profesionales del ecologismo sandía, tan verde por fuera y tan rojo por dentro.

Yo, por mi parte, en breve estaré con mi gran amigo Luis de la Peña y su Guarda Mayor Emilio Higueras buscando encuentros y paisajes de linces en Sierra Morena.