Opinión

Wonderland

La única manera de comprender el futuro que le espera al sistema español de pensiones es leyendo a Lewis Carroll. En nuestro país de las maravillas, unos nos dicen que las pensiones subirán con los precios y otros nos cuentan que si tal cosa se hace nos cargaremos el sistema. El Ministerio de Trabajo dice una cosa y el Ministerio de Economía, otra. Unos economistas hacen cuentas y otros las contrarias. Los vaticinios de los economistas no sirven de gran cosa, como han demostrado repetidamente en los últimos tiempos. Cuando la crisis, no fueron capaces de asegurarnos si Grecia saldría del euro o si España sería intervenida.

Pero les seguimos pidiendo que hagan excursiones proféticas al futuro. Y ellos, presionados, se ponen a hacer números como locos.

El reverendo Charles Lutwidge Dodgson, que fue quién se ocultó bajo el seudónimo Lewis Carroll, trabajaba de profesional de las matemáticas además de escribir. Como tal, en una escena de su «Alicia en el País de las Maravillas» supo describir mejor que nadie lo que le espera al futuro de nuestras pensiones. En esa escena, los jurados del rey se reúnen y se apresuran a anotar concienzudamente en una pizarra tres fechas de nacimiento, para luego sumar las tres cifras y reducir el resultado a peniques y chelines. El resultado es que acusan a Alicia de no tener derecho a crecer en su mundo y ella observa sagazmente que no es la única allí que crece, a lo que le oponen que los demás crecen, pero razonablemente. Todo termina sin acuerdo y con confusión, excusándose el Sombrerero Loco de que él es solo un pobre hombre.

A lo que el rey le contesta que en realidad lo que sucede es que es un orador muy pobre.

Estamos hablando de mundos oníricos, dado que el paisaje de las pensiones empieza a parecer más onírico cada día. No perdamos de vista que, en el mundo de Alicia, en los colegios se enseñaba Patín y Riego, además de Bidujo e Histeria en afortunada traducción de Jaime de Ojeda. ¿Qué se enseña en los nuestros? El desequilibrio de los artistas, cuando no es locura, es en realidad un equilibrio perfeccionado de las tensiones mentales. Tensiones que son clara proyección de los fenómenos de nuestra biología humana más inmediata.